Zamora, Mich. | Asaid Castro/ACG.- A casi 3 horas desde la Morelia, se levanta uno de los máximos referentes de la arquitectura neogótica en México: el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe.
Este edificio, pareciera ser de cantera negra cuando el contraste con las sombras cubre la fachada del templo, que fue conocido como «La Inconclusa» durante más de siete décadas, y que hoy simboliza la devoción y la perseverancia de una comunidad que sueña con verlo transformado en la catedral de Zamora.
Desde su explanada, el visitante es recibido por las imponentes torres de 107.5 metros de altura, las más altas de un templo religioso en el país. Construido con cantera roja proveniente de Jaripo, el santuario se alza como un guardián de la fe guadalupana.
En su explanada, Miguel Carrera, un guía y magnífico conocedor del sitio, recibe a aquellos visitantes con la suerte de encontrarlo. Su narración da vida a la historia del santuario y guía este texto.
En su fachada, cuatro vitrales narran las apariciones de la Virgen de Guadalupe, proyectando una luz multicolor que convierte el espacio en un espectáculo en su interior.
Una experiencia de luz y devoción
En el interior, monumentales vitrales transforman el santuario en una sinfonía de colores asombrosos. Los reflejos de los cristales cortados en el piso cuentan historias bíblicas: desde la aparición de las primeras civilizaciones, la Santísima Trinidad, y la crucifixión de Cristo, hasta episodios profundamente arraigados en la fe católica como la aparición de la Virgen y la Sagrada Familia.
El juego de luces que atraviesa los vitrales no solo decora, sino que envuelve a los feligreses en un ambiente casi místico, con los colores pintando los suelos y paredes talladas de cantera con todos azules, morados, naranjas, rojos y hasta verdes.
Al fondo, junto al santuario principal, se encuentra una imagen de la Virgen de Guadalupe que domina el espacio en una cuidadosa mezcla de espirales azules para centrar la vista.
Cerca de ella, una pared que sobrevivió a los acontecimientos de la Guerra Cristera recuerda la historia de los mártires. Aún se conservan las marcas de los disparos, y el sol que atraviesa los vitrales ilumina este rincón, decorado con figuras como San Judas Tadeo.
Entre fe e historia
La construcción del santuario comenzó en 1898 bajo la dirección del arquitecto Jesús Hernández Segura, según nos cuenta Miguel, quien trajo el estilo neogótico desde Europa por encargo del entonces segundo obispo de Zamora, José María Cázares y Martínez.
La obra avanzó hasta alcanzar los 20 metros de altura antes de ser interrumpida en 1914 debido a la Revolución Mexicana y otros conflictos como la Guerra Cristera, quedando en abandono durante 74 años.
Durante ese tiempo, el santuario tuvo usos insospechados: fue cuartel militar, teatro, secundaria, almacén de basura municipal e incluso refugio para circos. Miguel Carrera recuerda cómo en los años ochenta el sitio era conocido en los medios como «la catedral inconclusa».
De inconclusa a santuario por los sorteos guadalupanos
No fue sino hasta 1988, bajo el auspicio de un patronato ciudadano, que la obra fue retomada, continuando con cantera extraída del mismo cerro de Jaripo y los «rascales guadalupanos», rifas entre la ciudadanía para financiar la finalización de «La Inconclusa».
Hoy, el santuario alberga más de 60 figuras de santos, incluidos San Judas Tadeo, San Antonio de Padua y la Virgen de Guadalupe, que ocupa un lugar central, rodeada por vitrales y capillas dedicadas a temas como la eucaristía, los bautismos, el nacimiento de Cristo, y las criptas con capacidad para 38 mil restos humanos.
Además de su arquitectura, el santuario destaca por su tamaño: con 95 metros de largo por 57 de ancho, es el lugar 14 entre los templos más grandes del mundo en términos de área y el quinto más alto de Latinoamérica.
Por ahora, está en espera de recibir la Bula Papal, el documento que lo acreditará como la nueva sede del obispo de Zamora, transformando su nombre en la «Catedral Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe», aunque aun podría pasar un tiempo indefinido para ello.
Fotos Asaid Castro/ACG