Crónica | Los capullos dorados de Copándaro

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Copándaron, Mich..- Ya es octubre. El décimo mes del año. La temporada de otoño, el de las manzanas doradas de Bradbury, para nosotros el preludio de uno de los mejores meses. En octubre es cuando los tallos de la cempaxúchitl se levantan de los campos michoacanos, cientos, miles, millones de botones estarán listos para dejar ver su flor en noviembre.

En Copándaro, un municipio dedicado tradicionalmente a la agricultura y reconocido por las hectáreas llenas de color a un costado del lago de Cuitzeo. Se llega por una desviación hacia el Poniente. Un camino compuesto con paisajes sorprendentes al ojo, entre árboles y enredaderas que forman la ilusión óptica de cuevas sobre un fondo verde.

Al seguir el camino, salen los primeros topes, los primeros puestos de frutas preparadas, unas cuadras adelante se distingue el campanario de la Parroquia de Santiago Apóstol y, a un lado, la plazuela con las letras gigantes de COPÁNDARO, como atractivo turístico.

Por desgracia, el poco tiempo, un día no da para profundizar y conocer la gastronomía. En la que destacan por recomendaciones de los locales un local de comida China y otro de hamburguesas.

A lo mejor, la magia de Copándaro está oculta en un hogar, en una familia, en su comida casera; pero aún no en su desarrollo cultural, turístico o gastronómico para los visitantes.

Es octubre. Y la visita casi precoz no muestra los campos llenos de colores naranjas, rojos o blancos dentro de la cabecera municipal, así como en las fotografías. Por eso hay que trasladarse rumbo hacia Santa Rita, tomando la desviación a Chucándiro.

Para llegar a los campos de cempaxúchitl de Santa Rita deben tomarse unas rúas terregosas, pero que al avanzar enseñan su tesoro. Campos y campos de plantas listas para florecer y otras que reventaron a destiempo que, junto a la tarde, dejan ver una vista agradable del qué será cuando comiencen el corte en la última semana del mes.

Ya pasaban de las 4 de la tarde. Hablamos con varias personas. En su mayoría fumigadores corteses, que nos dejaron tomar fotografías de los sembradíos bien ordenados, a los que se puede introducirse caminando.

Buscábamos una historia. Preguntamos por los sembradíos varias veces. Hasta que un hombre ya mayor de nombre Rafael Manríquez se ofreció a llevarnos a su huerta familias. Hasta que llegamos al sitio. Ahí encontramos a su hermano, Everardo Manríquez con su esposa, su hija y un compadre, terminando del trabajo, tomando unas cervezas bien ganadas.

Primero el saludo. Serio. Después nos presentamos, queríamos entrevistarlos. Salieron las risas y los -tú diles, para que te hagas famoso-, más risas. A lo mejor fue la cerveza, pero Everardo se animó, con su cara chapeada, contento.

Sin embargo, la cámara hizo lo suyo y le trajo vergüenza a don Everardo que se puso nervioso. Con frases cortas, nos contó cómo comenzaron a sembrar desde julio, que su vida ha sido trabajo, que les da gusto dedicarse a esto, que el año pasado les fue mal porque no muchas personas llegan al fondo de los campos.

Este año esperan que sea distinto. Es muy buena la flor, dijo Everardo que seguía contento a pesar de la cámara. Aunque el futuro, siempre es un -quién sabe-, un -ojalá que sí-, en la hectárea de Evaristo y de Rafa, hay ganas de mandar toda su flor de cempaxúchitl a las escuelas, a las casas y los panteones.