Aurora Bravo, las heridas que nunca sanaron

(Imagen: Cayetano Mac)
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Morelia, Mich. | Cayetano Mac/Acueducto Noticias.- Hace 16 años, la vida de Aurora Bravo Lucas cambió para siempre. El 15 de septiembre de 2008, ella y su familia acudieron al Grito de Independencia en Morelia, buscando celebrar como muchos otros, sin imaginar el caos que se desataría esa noche.


El estallido de una granada de fragmentación marcó un antes y un después en su historia. Su suegra falleció, su esposo casi pierde la pierna, y Aurora aún lleva esquirlas en sus pies. Pero más allá de las heridas físicas, las más profundas son las que afectaron su corazón.

Aurora describe ese día con claridad. “La tranquilidad, la tranquilidad fue lo que perdí”, dice, recordando cómo el miedo se apoderó de su vida tras el atentado. Un trueno, una multitud, cualquier sonido inesperado la hace revivir aquel momento.
Aunque las heridas físicas sanan con el tiempo, las emocionales siguen presentes. “Nosotros no acostumbrábamos ir al Grito, pero esa vez estuvimos en el lugar equivocado”, confiesa con un aire de resignación.

Para Aurora, el evento no solo marcó su vida personal, sino también su relación con el gobierno y la justicia. El sentimiento de impotencia la invade cuando recuerda que las advertencias y amenazas previas no fueron atendidas, lo que pudo haber evitado tantas tragedias.
“Si hubiera sido una persona importante, moverían cielo, mar y tierra. Pero nosotros somos el pueblo” decía mientras en sus manos sostenía una rosa blanca. Las promesas de una investigación exhaustiva y el compromiso de las autoridades de darle seguimiento a su caso se han quedado, como lo menciona, en palabras vacías.

Con el paso del tiempo, Aurora ha tratado de reconstruir su vida. El apoyo del gobierno en su momento le permitió emprender un pequeño negocio de repostería, algo que le ha brindado cierta estabilidad económica y una vía de escape emocional. “Nos dieron un horno, un refrigerador y una mesa, y con eso empezamos”, recuerda con agradecimiento. Aunque ha sido un proyecto que la ha ayudado a mantenerse activa, el peso del pasado sigue siendo difícil de llevar.

A pesar de todo, la paz sigue siendo esquiva. Aurora confiesa que el dolor no desaparece, y la ira y la tristeza resurgen en momentos inesperados. “Por más que quiero perdonar, el coraje vuelve. A veces le pido a Dios que me ayude a perdonar a quienes hicieron tanto daño, pero luego vuelve la impotencia al pensar en todo lo que pudo haberse evitado”. La falta de justicia y el sentimiento de abandono por parte de las autoridades agravan ese dolor.

Aurora ha encontrado fuerza en sus hijos, quienes han sido su pilar para seguir adelante. “Mis hijos fueron mi motor cuando sentí que ya no podía más”, cuenta con una leve sonrisa. “Dios me dio licencia para seguir aquí y verlos crecer”.
Hoy, con sus hijos ya mayores y una nieta que la llena de alegría, Aurora busca encontrar algo de paz. Su pequeña familia y su negocio le dan motivos para continuar, pero sabe que la herida del 15 de septiembre nunca sanará del todo.