Morelia, Mich. | Acueducto Noticias / Irene Valdivia.- Isabel ha sido comerciante en el Mercado Independencia desde hace más de 20 años. Hace un año, ella fue de las afectadas por el incendio de mayo obligó al desalojó de sus locales a numerosos mercaderes. Evento que ella cataloga como “fatal”.
“Hasta ahorita no me he podido recuperar para nada. Prácticamente mis clientes son clientes nuevos, porque mis clientes viejos son pocos los que me han encontrado, y aparte ya no encuentran lo que comúnmente vendía. No he tenido para surtir como debe de ser, y la verdad me es muy difícil mantener el puesto. No tengo ya el 100%, si acaso tendré un 15% o 12% de lo que tenía”, lamenta la vendedora, observando con profundidad su mercancía.
En los últimos tiempos Morelia ha padecido desde calores extremos y en ello sequía hasta fuertes lluvias con constantes inundaciones en determinadas colonias, lo cual, en ninguno de los dos casos, Isabel se ha visto ajena, pues al perder su local queda a su merced; hoy su lugar de trabajo se en encuentra todavía a la intemperie al no lograr los recursos para blindarlo.
“Me ha ido fatal. Fatal en todos los sentidos. Casi la mayoría de mis compañeros ya tienen lámina, pero yo no, yo tengo lona. ¿Por qué? Porque no he podido comprar, a pesar de que no es tan cara, entre comillas, pero la verdad no está en mi presupuesto. Para mí es más importante mantener los gastos de la familia. Comida, que es lo más importante”, explica señalando las carencias físicas de su espacio emergente de trabajo.
Y es que debido a no contar con una lámina, también recibe afectaciones incluso por los trabajos para restaurar las instalaciones del mercado. “Mi lona ya me la rompieron, ya me mojo. Incluso hace ratito les fui a preguntar a los trabajadores si ya acabaron de soldar, y me dijeron que todavía no. Acababa de cambiar una lona, y ahorita debo volver a comprar, pero si vuelven a hacer este trabajo me la van a volver a quemar”, explica.
«Gracias a Dios no nos hemos inundado»
“Ahorita hace frío, pero acá adentro hace un calorón. Gracias a Dios no nos hemos inundado porque pusimos tarima, pero si no lo hubiéramos hecho, a lo mejor sí nos hubiéramos inundado”, refiere sobre las precauciones que óptimamente ha tomado en su establecimiento.
Ella, quien se plantea su reubicación para el mes de diciembre, enfatiza que «bajaron muchas las ventas, demasiado, tanto para nosotros como para los de allá adentro. Incluso los de adentro nos tiran mucho, que porque estamos aquí en la gloria y que a nosotros nos va bien. Realmente, si vinieran a pasar y a padecer lo que estamos viviendo, no dirían eso”, problematiza respecto a las complejidades de las relaciones entre locatarios.
“Mi esperanza es volverme a estabilizar, sobre todo económicamente, porque ahorita debo dos meses del predial. Hay veces que me voy con 50 pesos. Ojalá y no pierda mi casita, porque la verdad está difícil la situación”, dice preocupada, para finalmente realizar una invitación:
“Pasen a consumir lo poco o lo mucho que tenemos. Se los agradecería de antemano, porque la verdad sí nos hace mucha falta. Vendo pomadas, tónicos, veladoras, perfumitos, cal para nixtamal. Vendo pocas plantas, no tengo muchas, pero tengo algunas.”