El sueño de Bianca, guardiana cultural en su comunidad

El relato de una oaxaqueña nicolaita que arribó prácticamente sin nada a la capital michoacana, que deambuló en un par de casa de estudiantes, que desertó de una carrera para ser historiadora y que añora regresar al Istmo de Tehuantepec…

(Foto | Zayda Solís/ACG)
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Morelia, Mich.| Acueducto Noticias/Zayda Solís.- Del Istmo de Tehuantepec, llegó a la capital michoacana Morelia con la ilusión de convertirse en ingeniera eléctrica en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).

Proveniente del área rural de Oaxaca, de la comunidad de Magdalena Tequisitlán, situada a cuatro horas de la capital del estado del sureste, encontró hospedaje y alimentación en un albergue estudiantil.

«No conocía nada de Morelia, la idea de venir a estudiar, fue por las pláticas de mi prima, quien me habló de la Universidad y de cómo te apoyan las casas de estudiantes, por eso me animé», charla Bianca Berenice Jarquian Toral.

De 24 años de edad, nos esboza: “llegué en 2018 para estudiar una carrera universitaria; elegí Ingeniería Eléctrica, porque se supone que está bien pagada y ofrece acceso a más trabajos. Además, me gustaba mucho la física».

La tristeza de la lejanía
Bianca comentó que al llegar a Morelia enfrentó una sensación de tristeza por estar a más de 12 horas de su hogar y todo lo que implica provenir de un entorno rural a una zona urbana donde no conoces a nadie.

Tras sostener que llegó a ella mediante el mejor amigo de su hermano, recuerda su experiencia al vivir en una casa de estudiantes, “una situación dura y compleja por las precarias condiciones del albergue”.

Señala que arribó a una casa de estudiantes independiente y mixta, la cual no depende completamente de la Universidad. Ahí, continúa, me encontré con un panorama muy triste, instalaciones muy deterioradas, hasta llegué a pensar que así eran todos los albergues.

El penar
Ante la lamentable experiencia, Bianca decidió rentar un cuarto, lo que complicó la economía familiar; encontró una habitación pequeña que en 2018 la alquilaban en 1 mil 200 pesos mensuales; sin embargo, no resistió.

Para mi familia, prosigue, pagarme una carrera universitaria implicó deudas. Mi papá vendió un terreno y mi mamá se enfermó. Trabajaba y estudiaba, tenía un novio que algunas veces me invitaba a comer.

(Foto | Zayda Solís/ACG)

“Me sentía triste y no me sentía con el valor de pedirle dinero a mis papás para mis gastos. Por eso me vi más en la necesidad de regresar a una casa de estudiantes».

«Perdí un año de carrera, porque me di cuenta de que no era lo que yo quería. Había hecho muchos gastos. Por una amiga, me fui al albergue Josefa Ortiz de Domínguez, cerca de Ciudad Universitaria, me gustó porque tenía jardín y era más amplia, con luz».

Un año después de dejar el sueño de ser ingeniera, ingresó a la licenciatura en Historia. A partir de ahí, su vida cambió. Señaló que la historia cambió su manera de ver la vida: «Siento que me convertí en una persona más analítica, me gusta analizar todo, mis relaciones, ya sean de amigos o laborales, la familia, ya no veo la vida como antes».

La luz
Bianca contó sus primeros días en la llamada Honorable Casa Femenil Josefa Ortiz de Domínguez: “la primera noche en el cuarto de ‘nuevas’, de aproximadamente 7 por 4 metros, con 10 literas de cuatro camas cada una, me sentí incómoda, insegura, no cenaba”.
Pero, relata que ahí conoció a unas paisanas de la sierra de Oaxaca.

Dice que con el tiempo me fui acoplando, hice amigas, hasta conoció a unas paisanas de la sierra oaxaqueña, y el ambiente, confiesa, se hizo más agradable».

Y, así pasó el tiempo, luego, tras cuatro años de aventuras y amistades, en julio de este año concluyó sus estudios como historiadora.
Conociendo a Marx

Bianca Jarquin comentó: «En la casa de estudiante que estaba, a unos pasos de Ciudad Universitaria, no gastaba en pasajes, comida, ni en nada”.

(Foto | Zayda Solís/ACG)

Indica que en el albergue te dan los servicios y un lugar donde vivir. Conoces a mucha gente de todo el país. También, abunda, empecé a conocer sobre el socialismo, Marx y Lenin».

Detalló que en Michoacán hay 13 casas de estudiantes que integran la Coordinadora de Universitarios en Lucha (CUL) , ubicadas en Uruapan y Morelia, aunque, reconoce, que por igual hay inquilinos que no se preocupan por ellas.

«Estar en una casa de estudiante me permitió formarme un pensamiento político. Me encantaba ir a las marchas, la primera a la que fui fue para conmemorar el caso Ayotzinapa. Para mí fue impresionante porque éramos muchos».

Sobre las desventajas de vivir en un albergue estudiantil, señaló la falta de infraestructura y el escaso apoyo económico: «En las casas hay envidia y corrupción”.

Pondera que en el área de Asuntos estudiantiles, de la UMSNH, nos reducen el apoyo económico, y “en vez de buscar opciones, nos quitaban cerca del 75% del recurso económico que nos correspondía».

Desde mesera hasta empleada doméstica
A pesar de las vicisitudes Bianca se siente agradecida con la Universidad Michoacana y sus casas de estudiante. Reconoce que estudiar historia le cambió la vida: «Abrí mi mente, comprendí muchos temas y despertó mi curiosidad. La historia no tiene muchas oportunidades laborales, no es fácil para nosotros los historiadores».

Cuenta que, para sacar adelante sus estudios, trabajó de mesera, en una taquería, lavando platos, limpiando casas y en una juguetería.
Reconoce que vivir en Morelia representa oportunidades académicas para cientos de jóvenes; además, “lo que más me gusta de Morelia son sus edificios, la catedral, los museos, las iglesias, la cantera, los teatros y el festival de cine».

(Foto | Zayda Solis/ACG)

Futureando sueños
Como pasante de historiadora, Bianca tiene muchos sueños: me gustaría dedicarme a la docencia, escribir libros y ser un buen ejemplo.

“Tengo ganas de participar en el movimiento feminista y afro. Quiero regresar a mi comunidad, fomentar la cultura chontal y recuperar las tradiciones. Quiero ser una guardiana de la historia cultural de mi comunidad».