Morenistas, juntos pero no revueltos

Imagen especial
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ACUEDUCTO | SAMUEL PONCE

Captada recientemente en un evento oficial, la imagen parece casi cualquiera, diría hasta normal, pero no lo es, hay demasiado en el fondo. Una foto que podría situarse como institucional, entre dos innegables figuras políticas, aunque una de manera circunstancial y la otra con una más y mejor trayectoria, aunque más polémica, indudablemente.

No, aunque en la imagen se delinea que por la investidura del momento si lo fueron, por instantes, pero no, no son iguales, al contrario, son prácticamente diferentes, casi en todo, en carácter, en posicionamientos políticos, en estrategia y operación política, si acaso hay una coincidencia, entonces, hablemos de la cuarta transformación.

Hablamos de los divergentes morenistas, uno más fundamentalista, del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla y del diputado local Juan Carlos Barragán Vélez, quienes, estuvieron al mismo nivel, a igual altura, al tú por tú -pesándole a uno-, ni uno menos ni otro mejor; si, cada cual, con diferente investidura, aunque uno a la brevedad se despojaría de ella.

Iguales por un día, mejor decir por unas horas, mejor aún por minutos, como sea, lo importante es que el primero representaba al poder del Ejecutivo y el segundo al Legislativo, lo notorio es que los dos son compañeros partidistas y a la vez más que tan distantes, políticamente hablando, confrontados, enemistados, con diálogos tensos, sin futuros.

Quién tiene el cargo más elevado, se sobreentiende que Alfredo Ramírez, quien es mejor político se archi recontra pondera que Juan Carlos Barragán, pero porqué están enfrentados, bueno, porque el segundo no es, cómo se dice, ah, bedollista, no entra en ese círculo, limitado por los infaltables cortesanos.

Claro, el congresista que se reelige, pese a que, en su momento, con un estoicismo maderista abogaba por el sufragio efectivo no relección, tiene una más prolongada, fructífera, carrera pública, por decirlo de alguna manera, en una diputación federal, en secretarías gubernamentales, una en territorio michoacano y otra, a nivel aún más local, en la capital del país.

El gobernante tiene un muy acotado su andar en la función pública, más allá de lo que se imaginaba, no ha sido una gradual carrera ascendente, pues ha tenido cargos gubernamentales menores, solo con la relevancia de arribar a un espacio legislativo local, en donde tuvo un atropellado y fugaz liderazgo entre sus pares morenista y de ahí, sin más, a un trébol de la suerte.

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