URBANÓPOLIS | Análisis
En los últimos días hemos podido observar en medios de comunicación diversas notas informativas, por igual de alarmantes y preocupantes. En Michoacán se difundieron imágenes de la sequía extrema del lago de Pátzcuaro, que permite prácticamente caminar de Pátzcuaro a la isla de Janitzio; En la CDMX se da cuenta de un bloqueo vial por vecinos de la Alcaldía Benito Juárez, en protesta porque se les suministró agua contaminada. Los bajos niveles en presas del Sistema Cutzamala propician que se considere como probable que en junio será el Día Cero para la CDMX, es decir, el punto en el que no existan posibilidades de abastecer agua. Sólo, claro está, si no se recuperasen los niveles de almacenamiento durante la temporada de lluvias.
Estas y otras noticias, tiene como común denominador el AGUA, y el problema no es privativo de México, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a la cual pertenece México, el 40 % de la población mundial vivirá en cuencas hidrográficas bajo estrés hídrico, y la demanda del agua se incrementará en un 55% para el año 2050. La sobreexplotación y contaminación de los acuíferos a nivel mundial planteará retos importantes a la seguridad alimentaria, a la salud de los ecosistemas y al suministro de agua potable, y elevará el riesgo de subsidencia, entre otras repercusiones.
Existe una presión global sobre este vital recurso, a grado tal, que resulta necesario que los actores y sectores involucrados adopten nuevas medidas; particularmente si se considera que lo relacionado con el agua posee como una característica principal que vincula sectores, lugares y personas, así como una diversidad de escalas geográficas y temporales; además del hecho de que las fronteras hidrológicas no coinciden con las delimitaciones administrativas.
A la complejidad anterior, hay que sumar que la disponibilidad de agua está estrechamente vinculada a aspectos fundamentales como la salud, el medio ambiente, la agricultura, la energía, la planificación espacial y la mitigación de la pobreza. Por esta razón, el principal reto que ahora se enfrenta vinculado a la escasez de agua, no se relaciona con el QUÉ HACER, pues nos encontramos sobre diagnosticados, y las causas se conocen a plenitud. El verdadero cuestionamiento es ¿QUIÉN HACE QUÉ? Es decir, qué nivel de gobierno es el responsable de actuar y cuándo o cómo debe hacerlo.
En este marco, la OCDE ha publicado Los Principios de Gobernanza del Agua, bajo la premisa de que no existe una solución universal para los desafíos del agua alrededor del mundo, sino más bien un conjunto de opciones basadas en la diversidad de los sistemas legales, administrativos y organizacionales entre países y dentro de éstos. Esto, aunque pudiera parecer evidente, pone el acento en la necesidad de contextualizar la gobernanza del agua, de acuerdo con la disponibilidad del recurso hídrico, así como las especificidades territoriales. Algunos de los principios más relevantes son:
Principio 1. Asignar y distinguir claramente los roles y responsabilidades para el diseño de políticas del agua, la implementación de política.
Principio 2. Gestionar el agua a la(s) escala(s) apropiada(s) dentro del sistema integrado de gobernanza por cuenca, para así poder reflejar las condiciones locales, e impulsar la coordinación entre las diferentes escalas.
Principio 3. Fomentar la coherencia de políticas a través de la coordinación transversal eficaz, especialmente entre políticas de agua y medio ambiente, salud, energía, agricultura, industria, y planeamiento y ordenación del territorio. Aquí resulta básico impulsar la gestión coordinada del uso, protección y mejora de la calidad de los recursos hídricos, teniendo en cuenta las políticas que afectan la disponibilidad, calidad y demanda del agua.
Principio 4. Adaptar el nivel de capacidad de las autoridades responsables a la complejidad de los desafíos del agua que deben afrontar, y a la serie de competencias necesarias para llevar a cabo sus funciones, a través de identificar y abordar las brechas de capacidades existentes para la implementación de una gestión integrada de los recursos hídricos.
Principio 5. Producir, actualizar, y compartir de manera oportuna datos e información consistentes, comparables y relevantes, relativos al tema del agua, y utilizarlos para guiar, evaluar y mejorar las políticas del agua, a través de impulsar la coordinación eficaz y el intercambio de experiencias entre las organizaciones y agencias que producen datos relacionados con el agua, entre productores y usuarios de datos, y entre los órdenes de gobierno.
Principio 8. Promover la adopción e implementación de prácticas de gobernanza del agua innovadoras, entre las autoridades competentes, los órdenes de gobierno y los actores relevantes, a través de promover una sólida interfaz científico-normativa para contribuir a una mejor gobernanza del agua y reducir la brecha entre los descubrimientos científicos y las prácticas de gobernanza del agua.
Hoy que es temporada en las que abundan las propuestas y buenas intenciones por los miles de candidatos que aspiran a ocupar una posición o relegirse para continuar en la que vienen desempeñado, sería importante que pudieran expresar de forma clara y contundente ¿QUÉ PROPONEN PARA ENFRENTAR LA CRISIS HÍDRICA QUE ENFRENTAMOS? Con toda seguridad los organismos operadores encargados para distribuir el agua o prestar el servicio de drenaje, requieren ser modificados en sus atribuciones, responsabilidades y mecanismos de operación. Muchos se han utilizado solo con dependencias recaudadoras de recursos, más que de administración de un líquido tan vital como lo es el agua. Y no se trata de inventar el hilo negro, sino de documentarse y permitir la asesoría de expertos en la materia.