1, 2, 3 por el AGUA | Salvador García Espinosa

(Imagen: Especial)
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URBANÓPOLIS | Análisis

A pesar de que desde hace varios años se ha agudizado la crisis por la disponibilidad de agua, en las últimas semanas el tema ha ocupado los titulares noticiosos de manera importante, con respecto a la disminución en el suministro de agua potable para la Ciudad de México. Las autoridades reportaron que el Sistema Cutzamala, principal proveedor del recurso en 11 de las 16 alcaldías, se encuentra a tan sólo 36.9% de su capacidad, el mínimo nivel en toda su historia.

Aunque ahora se pone en tela de juicio la veracidad de la información, en virtud de la vorágine electoral en que vivimos, la realidad es que siempre se ha sabido que abastecer de agua a la principal metrópoli del país representa todo un desafío. Basta imaginar lo que representa que una población superior a 21 millones en el Valle de México, y cuya demanda de agua supera en un 80% la disponibilidad natural del Valle. Además, está situada a 2 mil 400 m por arriba del nivel del mar, lo que hace necesario que abastecerla de agua implique bombear este líquido desde los ríos que bajan del altiplano.

Una muestra del esfuerzo que implica satisfacer las demandas de agua del Valle de México fue el convenio que, en julio del 2022, Michoacán firmó con el Estado de México y la CDMX, para la recuperación de caudales en el Bosque de los Colorines, y fortalecer así el funcionamiento del Sistema Cutzamala que abastece a la CDMX. A cambio, Michoacán recibió $300 millones de pesos, que provienen del pago de derechos del agua que hacen los capitalinos y mexiquenses.

El planeta está compuesto en un 70% por agua, pero, sólo el 3.5% es dulce y el 0.025% es potable. En el ámbito mundial aproximadamente 2.000 millones de personas en el mundo no tienen acceso a servicios de agua potable; 3.600 millones no disponen de servicios de saneamiento seguros y 2.300 millones no tienen agua ni para lo básico.

El Informe Mundial de Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2020 es contundente al señalar que: el cambio climático va a influir negativamente en la cantidad y calidad del agua disponible a nivel mundial para satisfacer toda una serie de necesidades humanas básicas. Esto explicaría, en buena medida que, crisis como la actual de la CDMX, así como la de Monterrey en 2022, es muy posible que se presenten en otras ciudades del país.

De acuerdo con datos de la Fundación AQUAE, a nivel mundial 10% del volumen extraído se destina al consumo humano de los habitantes de las ciudades; 70% de las extracciones se destina a la agricultura; 20% se destina a la industria, incluyendo la generación de energía que consume el 75% de este sector.

Es inevitable e impostergable que para cada ciudad se evalúe la disponibilidad del vital líquido y se priorice su uso, anteponiendo el interés colectivo ante el de cualquier particular. Se debe considerar la capacidad de disponibilidad de agua, tanto en acuíferos como en cuerpos superficiales y la posibilidad de captación e infiltración. En este contexto, pensar en garantizar el abasto para nuestra subsistencia obligaría a revisar muchos de los usos existentes, autorizados o no, para ser evaluados en términos de su impacto sobre el recurso hídrico; tal es el caso de los industriales, así como de los agrícolas.

En el primer caso, hay industrias cuyos procesos demandan un alto consumo de agua, otros incluso contaminan los manantiales. Para el uso agrícola, algunos cultivos son altamente demandantes de agua, como el aguacate, en el caso de Michoacán. Para dar una idea, estudios señalan que el cultivo de plátano consume unos 340 metros cúbicos de agua por tonelada, mientras que el del aguacate es de 1,741. No por nada se llama AGUAcate.

Las acciones para aumentar la resiliencia hídrica de la ciudad en la que habitamos, sin lugar a duda, requiere del concurso de todas las instancias; pero como sabemos que la parte gubernamental siempre actúa tardíamente, somos los individuos quienes debemos de promover el cambio y éste puede comenzar desde nuestro hogar con tres acciones básicas:

  1. Captar la mayor cantidad de agua pluvial, en el caso de Morelia una vivienda con una azotea de 100 metros cuadrados se tendría el potencial de captar poco más de 80,000 litros al año.
  • Re-utilizar el agua pluvial captada para usos en los que no se requiere agua potable, como el funcionamiento de sanitarios, riego de jardines e incluso con un tratamiento simple de filtración, puede usarse para labores de limpieza. Esto contribuirá no sólo a un ahorro en el recibo por servicio de agua que paga, sino que de manera global se disminuiría considerablemente el volumen de agua que se extraiga del subsuelo.
  • Disminuir el consumo de agua; existen innumerables acciones que nos permitirían disminuir nuestra demanda de agua y que implican cambiar hábitos cotidianos que como disminuir el tiempo de la ducha, instalar llaves ahorradoras de agua, evitar el uso de agua potable para el riego de jardines, incluso modificar nuestra dieta cotidiana para evitar aquellos alimentos cuya producción demanda grandes cantidades de agua. Se le llama huella hídrica a la cantidad de agua que se requiere para producir productos o alimentos; conocerla sería un factor decisivo para disminuir el consumo de agua a partir de modificar los alimentos que consumimos. Por ejemplo, 1 Kilo de carne de cerdo requiere 6,000 litros de agua, 1 Kilo de lechuga consume 237 litros de agua, 1.800 litros de agua se requieren para producir 1 Kilo de mango, 1,216 litros para una pizza y una taza de café requiere de 130 litros de agua.

Estas son tan sólo tres acciones, pero hay muchas más que debemos de comenzar a evaluar seriamente, ante los escenarios que seguramente enfrentaremos en un futuro inmediato.