Ana Luisa, feminista de cepa

Imagen Natalia Ruiz/Especial
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Morelia, Mich. | Acueducto Noticias / Irene Valdivia.- Ana Luisa Barajas Pérez es una mujer de 52 años, ecofeminista, economista por formación, educadora popular, defensora de derechos humamos e integrante de la organización civil Equipo de Mujeres en Acción Solidaria (EMAS), en la que funge como responsable del fortalecimiento institucional de dicha organización.

Entre las diferentes luchas que ha acuerpado a lo largo de su vida, le merecieron la presea Amalia Solórzano en 2019, Ana también es pionera en la respuesta al VIH en mujeres en contextos rurales. 

En entrevista, Ana recibe a Acueducto en la sala de estar de la casa de EMAS. Entre tinturas naturales y con Pascuala, su querida gata negra sobre sus piernas, Ana nos narra su transitar como mujer y como defensora.

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LA HIJA RENEGONA

Acueducto.- ¿Quién es Ana Luisa Barajas?

Pues soy una mujer, soy lesbiana, soy una mujer educadora popular, soy mamá de una chava con la que intento desconstruir todo lo que nos han dicho que implica ser mujer, y que más bien ella vaya construyendo lo que quiere ser. También soy acompañante, primero de mis hermanas de sangre, tengo 5 hermanas, entonces me considero que soy también esa parte, y además creo que soy algo que me gusta hacer, que todavía creo que me falta por hacer, que es ser sanadora.

Acueducto.- En todos los sentidos de la expresión, ¿De dónde vienes tú?

Yo nací en la Ciudad de México, pero a los 40 días me vine a vivir a Moroleón, Guanajuato, entonces no me considero de Moroleón, porque nunca encajé en ese lugar, siempre fui muy diferente a las personas ahí porque mi madre es de origen chilango, y como la mayoría de chilangos, emigró su familia ahí. Mis abuelas son Otomíes de la ciudad de Querétaro, mi abuelo es de Veracruz, pero ella toda su vida vivió ahí hasta que decidió venirse a vivir a Moroleón con mi padre, que fue su pareja, y entonces ella nunca renunció a ser chilanga, ni como comía, ni como hablaba ni como era, y eso en un lugar pequeño, es muy confrontante, porque yo siempre viví de niña que las de la Ciudad de México eran de cascos ligeros. Eran mujeres mucho más libres, eran, pues hasta cierto punto, tenían una forma de pensar de las mujeres muy fuerte, entonces nosotras éramos puras mujeres, ya sabrás.

Mis dos hermanas mayores llegaron a la ciudad de pantalón, en un lugar donde no se usaba el pantalón ni la minifalda. Tuvieron que quitársela para poder sobrevivir, porque el acoso, la violencia, era muy fuerte. Entonces yo crecí con esas formas, me costaba mucho trabajo sobrevivir en ese espacio.

Además, Moroleón es un lugar donde se fabrica ropa, y la gente por fabricar ropa tiene mucho acceso a la moda entre comillas, entonces tú tienes cada 8 días que cambiarte de ropa, no puedes usar la misma ropa. Yo decidí estudiar corte y confección para hacerme la ropa, porque pues no tenía recursos para hacerlo, entonces nunca me costó mucho trabajo ese proceso, pero nunca encajé en ese mundo.

Soy de una familia de seis mujeres y de un hombre. Soy casi la menor de todas las mujeres de la familia, pero por una situación de que mis padres se separan, mi papá se va a Estados Unidos y nos deja ahí como solas en ese sentido.

Él siempre tuvo una preferencia hacia mi persona por muchas razones. Porque me parecía a su madre, porque era su hija la que más renegaba de todo, porque era la que le ponía más límites. Y en ese sentido, empecé a negociar la pensión, y eso era muy triste para mí, porque yo era de las más chicas y siempre me preguntaba ¿Por qué no lo hacían mis hermanas mayores?.

Bueno, porque yo tenía más voz que, yo podía decir “esto es así” y se hacía, digamos que tenía un liderazgo de todas las otras mujeres que había alrededor, y eso me fue dando un lugar en mi familia, ese lugar que me dio mi madre, que me dieron mis hermanas y que me dio mi padre me ayudó mucho para también hacerlo en lo social. Siempre fui la capitana de algo.

Siempre fui la que dijo algo diferente a las otras, y eso creo que me fue permeando en la vida, aunque siempre fui muy callada, y creo que sigo siendo muy callada, cuando hablaba, pues decía… supongo cosas interesantes que a las otras les gustaba y me proponían para cosas.

También creo que en mi infancia algo que fue muy bonito es que viví en lugares donde había mucha naturaleza, mi casa era una casa muy grande, tenía muchas plantas. Mi abuela paterna sabía mucho de plantas, entonces siempre tenía un contacto mucho con las plantas, y eso creo que fue también algo que me predispuso para ahora hacer herbolaria.

Y la última cosa, creo que tuve una complicidad muy grande con mi madre, de todas sus hijas era en la que confiaba, en la que iba para acá, iba para allá con ella. Siempre fue como que mis hermanos decían que era su consentida, pero yo creo que más que su consentida era esa posibilidad de hablar con ella de lo que fuera y siempre tener respuesta de mi madre.

OBLIGADO EXILIO A MORELIA

Acueducto.- ¿Cómo fue que llegas a Morelia? ¿Cómo fue tu vida aquí?

Ay, muy difícil, porque primero, una familia de puras mujeres es bien diferente en un proceso en el en donde el capitalismo es feroz, en donde las mujeres trabajan más de 14 horas, o a veces 20. Mis hermanas siempre se han parado a las 5:00 de la mañana, son costureras y se duermen a las 12:00 de la noche, siempre tienen algo que entregar y lo que ganan apenas les alcanza para sobrevivir. Yo viví esa etapa en donde nos teníamos que parar muy temprano, yo hacía solamente el acabado, nunca trabajé una máquina como ellas, pero sí la sabía usar. Cuando tuve como 10 años, ellas dijeron “Tú no vas a quedarte aquí. Tú tienes que estudiar una carrera para que no estés aquí sentada como nosotras”, y me lo decían siempre, que tenía que estudiar una carrera.

Cuando salí de la prepa, dejé que pasaran todas las convocatorias para quedarme a estudiar ahí algo técnico, para contribuir económicamente y que ellas pudieran descansar un poco, pero no lo aceptaron.

Ellas entonces me dijeron “No, te tienes que ir a Morelia”, y ya empecé a ver las carreras, y bueno, pues la única posibilidad que tenía era estudiar Economía, porque en aquel tiempo era una escuela muy pequeña. Era más fácil entrar y había conocido a una chica en el camión que estudiaba Economía y que me había contado más o menos cómo era. Entonces le hablé y me dijo “Sí, pues vente y yo te llevo, y puedes entrar”, entonces me vine a estudiar, pero con la consigna de que sólo ellas me iban a apoyar para determinadas cosas y lo otro pues yo iba a trabajar, nunca me creyeron que eso podía ser posible.

Desde los 18 años trabajé en lo que fuera. Empecé trabajando en el servicio social en la Secretaría de Hacienda, y ahí me fue muy bien, porque como era muy disciplinada, el área donde estaba trabajando me propuso quedarme otros 6 meses después del servicio social, y en esos 6 meses me quedé con una beca. A los 6 meses me propusieron quedarme con una plaza, pero la verdad no era mi espacio. Era cuando se estaban descentralizando las Aduanas.

Mi maestra de investigación me propuso venir a EMAS a ser su colaboradora de investigación desde la universidad, pero también a hacer algunas cosas en EMAS, y pues conocí a más y me quedé en EMAS. Aquí la beca que me daban era de 250 pesos, me acuerdo, y la Secretaría como beca me pagaba 800 pesos más, si yo salía a revisar algunas empresas y éstas pagaban sus impuestos, me daba un porcentaje, entonces era un abismo entre lo que ganaba en la Secretaría de Hacienda y en EMAS, pero pues me quedé en EMAS.

En la facultad porque empecé a trabajar feminismo desde el tercer semestre, siempre me etiquetaron mucho como la liberal, tenía una etiqueta bien fuerte porque hacía cuestionamientos a los maestros, como que no había bibliografía de mujeres. Yo no era feminista, yo no sabía que existía el feminismo hasta que conocí a Maruja, que fue esta maestra que me trajo acá y me empezó a dar mucha bibliografía, empecé a venir a los círculos de estudio que había en esta organización, y fue que me hice feminista, pero en ese tiempo, ni por aquí me pasaba que yo era feminista. Había mucho estigma hacia mi persona porque era feminista.

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EN UN MUNDO DE ADULTAS

Acueducto.- ¿Cómo fue este momento en que te asumes conscientemente feminista?

Mi primer acercamiento con el feminismo debo decirte que era un poco chocante, porque el grupo de compañeras con las que yo venía a EMAS me doblaban algunas la edad, Maruja, tenía y tiene 20 años más que yo. En el tiempo en que yo entré no había ninguna otra compañera de mi edad. Me sentía en un mundo de adultas, cuando yo quería dialogar con mis compañeras en la facultad era bien difícil por eso, porque pues ellas estaban en otra dinámica.

Había mucho en aquel tiempo en la Facultad de Economía la invitación a que fueras dama de compañía, y una dama de compañía sólo acompañaba a los profesores o a los que se estaban candidateando en algún partido político. Una chica me lo propuso, me dijo “Es que tú hablas muy bien, y lees bien, ¿Por qué no eres dama de compañía?”, pero la verdad me sentía muy incómoda, me sentía muy cosificada frente a los hombres y decidí no ser dama de compañía. No me lo volvieron a proponer, debo decirlo, pero me sentí un poco rara.

Empecé en el feminismo con mujeres como Fernanda Navarro, que no era de mi equipo, pero pues era un referente del feminismo en Michoacán. Ana Santamaría, que era una socióloga que venía de Oaxaca, que también tenía más o menos esa edad entonces. Pues todas mis compañeras, digamos, eran mucho más grandes que yo, entonces tenían dinámicas de vida diferentes.

La otra cosa es que también muchas de ellas tenían más resuelta, digamos, la vida que yo. O sea, tenían un trabajo seguro. Yo recuerdo mucho en muchas ocasiones haber tenido que dejar de lavar dos semanas para escribir algo, porque no tenía las condiciones para escribir, tenía que trabajar. Tenía 2 trabajos para poder escribir, y en este equipo, como muchas de ellas eran académicas, era muy mal visto como yo escribía, pues era la más joven, era la que había leído menos, y era la que tenía muchos trabajos para sobrevivir. Era muy difícil estar. Yo me percaté cuando empezaron a criticar mis escritos. Empecé a darme cuenta de que yo no tenía muchas cosas resueltas para hacer feminismo.  Esa fue como la primera etapa.

LA PUERTA ABIERTA

En el segundo momento, cuando yo entro a EMAS, yo entré como promotora rural, entonces yo me fui a trabajar con las mujeres del medio rural, y ahí me descubrí que era mucho más complejo de lo que podíamos decir. La autonomía de los cuerpos de las mujeres, la autonomía de la vida de las mujeres. O sea, ¿Cómo le platicas a una mujer que tiene todo en contra, que puede ser libre? O recuerdo mucho que hicimos el primer foro, que yo me acerqué, fue un foro con trabajadoras sexuales, porque iban a hacer una zona de tolerancia en aquel momento, y entonces Fernanda Navarro propuso que hiciéramos un foro para decirle al gobierno que no, que eso no se podía hacer, etcétera. Y recuerdo que en el en el inter, una de las compañeras me pidió apoyo cuando salíamos del foro porque me explicó que no le habían pagado por alguna razón, entonces no tenía dinero y además no tenía dónde quedarse, y al antro donde iba a trabajar era a las 5:00 de la mañana. Estábamos en el foro en CU, y yo viví en la avenida Universidad, cruzando la calle en un  cuarto que había rentado, y entonces le dije “Pues vente y te quedas hoy conmigo, y mañana te vas”.

Este hecho que hice a mis compañeras les pareció horrible, porque pensaron que me había puesto en mucho riesgo porque no la conocía, pero entonces yo decía, ¿Entonces qué hace el feminismo? Porque entonces, si yo no creo en esa mujer que me está diciendo que no tiene dónde quedarse… O sea, le he abierto muchas veces la puerta a las artesanas que traían las sillitas o las alcancías en aquel tiempo, y que pasaban por ahí como 10 veces y que ya estaba oscureciendo, y yo veía que volvían a pasar, entonces le preguntaba que a dónde iban. Mi casa era exactamente en la parada, yo casi estaba segura de que esa mujer no tenía dónde iba a dormir, entonces le decía “Pásese”. En la parte de abajo había un sillón que se hacía cama, y muchas veces sirvió para eso, y nunca me criticaron porque le abrí la puerta a una mujer que era artesana y que traía sus hijitas, todas sus alcancías, pero sí cuando se lo hice a trabajadora sexual, y eso a mí me pareció muy fuerte.

Fue mi primera confrontación de pensar qué tipo de feminismo quería vivir, y también exponer en mí, en mi propia práctica. Tenía 21 años, estaba intentando que el feminismo entrara a mi vida. Y bueno, además era de una familia de puras mujeres, donde toda la vida creo que habíamos estado luchando por existir, y justamente por lograr esa libertad y esa autonomía tanto en nuestros cuerpos como en nuestras vidas, que yo creía que esto se podía llevar a la práctica de otra manera.

LESBIANDAD, DESCUENTROS…

Acueducto.- ¿Qué pasó para ti en EMAS en los años siguientes?

Yo siempre fui muy confrontante para muchas compañeras. Decían que Maruja, que era una de las fundadoras, siempre me tuvo mucho respeto y cariño, y yo lo creo. Maru, siempre me dijeron que era mi madre simbólica, no, ella siempre fue como mi madre.

En lo personal, creo que el otro momento muy fuerte es cuando yo les dije que me había enamorado de una mujer, porque había mucha homofobia. Como que sentían que esa parte en mi vida no podía existir, o sea, yo era la perfecta heterosexual, nunca entendí por qué, pero sí hubo como una reacción fuerte hacia eso. Nunca lo nombramos homofobia, pero yo lo viví así. Me ayudaron a encontrar una terapeuta que hablara conmigo. No en una forma para revertir o algo así, sino más bien como para acomodar todas esas emociones. Sí estaba segura que yo quería caminar por ahí, pero las reacciones fueron muy fuertes. Pero bueno, eso mejoró en la medida en que estuve muy segura. Hubo muchos momentos de tensión, muy fuertes, por lo que proponía.

Acueducto.- En los feminismos se habla del amor entre mujeres, pero pocas veces del amor romántico entre mujeres. ¿Cómo viviste este conflicto en una época en que no se hablaba tan abiertamente de la lesbiandad?

Bueno, así como había compañeras que eran muy reaccionarias en el equipo, pues también debo decir que había otras compañeras que siempre me apoyaron muchísimo, no solo en esta parte de escucharme, sino de poder caminar conmigo, de que fuera un espacio seguro poder hablar con ellas, y no sólo del equipo. Te comentaba, estaba otra organización que yo también fui fundadora, con Ana Santamaría. Era una mujer que me escuchó todo el tiempo y que me ayudó también, como en este proceso de ir redefiniendo por dónde quería caminar.

Pero claro que ser lesbiana en ese momento me provocó en muchos momentos desencuentros, y a veces violencia de otras compañeras feministas que incluso me dejaron de hablar, o la típica que cuando te sientas junto a ella no quiere que la toques porque siente que no sé cómo la vas a tocar, o porque cree que las mujeres que tenemos una relación sexo afectiva con otra mujer, todo el tiempo estamos viendo a quién conquistamos, porque como que nadie nos quiere o no sé, hay una interpretación muy fuerte.

Yo fui creando mis propios espacios, nunca fui abiertamente lesbiana, para mucha gente ni lo sabía, pero tampoco nunca lo oculté. O sea, políticamente digamos que nunca fue a mi bandera. Entonces fui haciendo mis propios espacios para el diálogo, encontré otros espacios en donde sí políticamente se hablaba, que la mayoría no estaban en Michoacán, sino en la Ciudad de México, en Guadalajara, en otros espacios en donde podía también acercarme ahí.

LA LUCHA CONTRA EL VIH

Acueducto.- EMAS son referentes en cuanto VIH y mujeres. ¿Cómo llega esta agenda?

El tema llega porque en comunidades donde trabajamos, trabajamos con muchas mujeres que sus parejas migran, y empezó a aparecer la situación de que había una compañera que estaba muy enferma, y que morían, y que no se sabía por qué.

Cuando llegaban al hospital, como eran mujeres campesinas de lugares alejados, no les daban ni su diagnóstico. Entonces yo empecé a investigar por tener esta área de salud, y trabajar con ellas desde el cuerpo, qué era lo que estaba pasando, y me asombré de la cantidad de mujeres que empezaban a ser portadoras. Eran amas de casa, sólo habían tenido esa pareja, y pues estaban infectadas de VIH. Entonces, empecé a proponer talleres para dialogarlo, y talleres con ellas de diversas infecciones de transmisión sexual.

También algo que me preocupaba mucho era cómo se compartían las mujeres sexualmente. Yo recuerdo que cuando llegué a como el segundo grupo que asesoré, tres de ellas no se sentaban.  Estaban cargando un bebé con el rebozo, pero no se sentaban, y como en la tercera sesión del taller se los pregunté, y me dijeron “Ay, es que tenemos muchos problemas por cómo nos usan nuestros esposos” y yo dije, “Pero si sus esposos están aquí dos meses, y ocho meses están más en Estados Unidos”. “Pues sí, pero cuando vienen, quieren que tengamos prácticas sexuales que en ocasiones no nos gustan, que son violentas y pues nos dejan cosas”.

Esas cosas eran tumores de 1 kilo, de 2 kilos. Cosas como bartholinitis, otra compañera tenía gusanos en su vagina. Así era la problemática de infecciones de transmisión sexual. Y yo, siendo economista, empecé a trabajar salud, entonces mis compañeras decían “¿Pero cómo? Tú no puedes”. EMAS tenía una escuela de salud a nivel nacional, y entonces empecé a participar en la escuela, justo para empezar a tener herramientas de cómo dialogar con ellas, sobre su cuerpo, sobre su salud, pero sobre todo sobre salud sexual, que era algo que no se platicaba mucho y ahí inevitablemente tenías que hablar y dedicar un periodo de tiempo.

Te estoy hablando, no sé, hace 25 años que apenas empezaba a hablar del tema como tal, y no había incluso la diferencia entre el virus y el síndrome como tal, entonces primero capacitarme, y luego empezar a capacitarlas a ellas para que pudieran dialogar sobre esto. Sí, fue todo un reto, pero lo logramos tanto que después, la agencia de cooperación donde estábamos trabajando nos ofreció compartir nuestra metodología con campesinas, campesinos, indígenas de Oaxaca, de Guerrero y de Tlaxcala, entonces hicimos intercambios de información, justamente desde la agricultura, pero de cómo se pone el condón, y algo que era muy novedoso en aquel tiempo eran los condones femeninos, porque casi nadie los conocía.

Las mujeres no podían definir sus prácticas sexuales con sus parejas. Era muy difícil decirles “En esta práctica quiero usar esto”. Además, los condones femeninos eran muy caros en comparación a los masculinos, entonces el acceso también estaba muy restringido para las mujeres.

Lo que hicimos fue empezar a buscar fundaciones que los donaran para que ellas pudieran empezar a negociar esta parte, sin embargo, fue muy complicado, porque ellas me decían. “O sea, tenemos 2 meses de actividad sexual y tú me la estás condicionando a que yo les diga ‘usamos esto’ cuando ellos quieren”, pero también fue muy importante que ellas pudieran definir qué prácticas sí querían y qué prácticas no les gustaban, y cómo negociar.

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A ESCONDIDAS

Acueducto.- Pese a que hoy se conoce mucho más de la naturaleza del virus, la agenda pública está centrada en hombres. ¿Qué pasa hoy con las mujeres viviendo con VIH aquí en Michoacán?

Yo creo que no ha cambiado mucho desde esa fecha que empezamos a trabajar. Lo empezamos a hacer después de manera más abierta, empezamos a buscar espacios que lo trabajaran, pero lo que tú mencionas, no hay mucha apertura desde la política pública.

Hicimos una investigación justo para saber por qué la política pública no llegaba al presupuesto para las mujeres, por qué ahí había una gran campaña de hombres que tienen sexo con otros hombres, pero no de mujeres que tienen sexo con otras mujeres.

Y eso es hasta invisibilizado, eso no existe. O sea, no hay. Le preguntábamos a la terapeuta por qué y me decía que las relaciones entre mujeres son más escondidas, pero tú no las puedes negar como política pública. O sea, no importa que se den a escondidas, o que la dinámica no sea similar a la de los varones, no la puedes negar.

Está negada como están negados muchos de los otros presupuestos para todo lo que tiene que ver con las mujeres, entonces nunca logramos incidir más allá de algunos espacios, intercambios, pudimos tener algunas actividades en aquel momento con un espacio que había, de una asamblea de mujeres con VIH, que se reunían en diferentes colonias.

Íbamos, dialogábamos con ellas justamente para este proceso, pero estos espacios fueron desapareciendo. Los espacios de las mujeres siempre se han ido mermando, y hasta hoy yo los veo totalmente invisibilizados.

LAS ECOFEMINISTAS

Acueducto.- ¿Qué otras labores realizan en EMAS?

EMAS es una organización que básicamente desde que inició es educativa. Tenemos programas educativos para las mujeres, desde el conocimiento del cuerpo, hasta hablar de los diferentes feminismos que existen.

Nosotras nos denominamos ecofeministas por una situación de que promovemos la producción de alimentos, pero también el rescate de muchas formas ancestrales de vida, como es la sanación, como es la espiritualidad, como es toda esta parte de poder hacer intercambios desde la comunidad, lo que se denomina comunitario, resignificamos mucho el sentido de ser muy diversas como mujeres, y de poder expresarnos desde donde cada una se sienta cómoda. En la actualidad, tenemos este programa educativo que también hemos compartido con otras organizaciones, y otra cosa que ha hecho además a lo largo de su historia, es construir movimiento a través de diferentes redes, redes en que pueden ser muy diversas, tanto del movimiento de mujeres como del movimiento feminista. Y bueno, desde ahí vamos también construyendo estos procesos de cuestionamiento y resignificación del ser mujer en esta sociedad.

Acueducto.- ¿En qué momento, digamos, heredas el cargo en EMAS?

En el 2005, y fue también un hito importante, porque fue un proceso difícil para mis compañeras feministas fundadoras, para la propia Maru, buscar un lugar que siguiera siendo parte de EMAS, pero desde otro espacio donde ella no lidereara, no sólo ella, sino otras compañeras que fueron fundadoras y que de alguna manera digamos eran los referentes del espacio. Lo heredé en ese sentido. Posteriormente, en el proceso del programa de agricultura que teníamos en ese momento, asesinan a uno de nuestros compañeros varones. Nos percatamos que el Estado había cambiado en seguridad, en todos los sentidos, y eso fue otro hito importante, porque entonces las compañeras que habían sido fundadoras deciden renunciar, y pues lo asumimos más Nora y yo en el proceso. Y desde ese momento, creo que desde el 2005 fue la fecha, pues seguimos sosteniendo este espacio.

LAS HIJAS SANAS DEL PATRIARCADO

Acueducto.- ¿Cómo ha cambiado EMAS, desde que entraste, hasta el día de hoy?

Es que el feminismo cambia. Yo recuerdo mucho que nosotras tratábamos de estar en redes con personas que fueran totalmente diferentes a nosotras, que pensaban en feminismos totalmente diferentes a nosotras. Pero tenemos como 5 años que hemos decidido que no.

No vamos con mujeres que hegemónicamente se convierten como en varones, decimos nosotras, en hijas sanas del patriarcado. No es que yo no lo sea, creo que todas somos hijas del patriarcado, pero que cuando empiezas a reprimir, cuando empiezas a violentar a otra compañera, ya no es tu espacio.  Mucho tiempo nos hemos cuestionado si caminamos con otras, o nos quedamos solas, y de verdad que nos hemos quedado muy solas, pero preferimos en ese proceso estar con las que piensan como nosotras, que estar en un movimiento muy amplio, que a la vez es extremadamente violento entre ellas.

Entonces creo que eso ha cambiado, que vamos redefiniendo con quién sí queremos caminar y con quién definitivamente, aunque sea feminista, no vamos a caminar. Y eso te implica políticamente. Nosotras hemos reconocido que como hemos caminado casi 40 años, tenemos algo que compartir con las otras compañeras que van empezando. Todo lo que podamos compartir, el dinero, el espacio, nuestros conocimientos, y entonces tenemos seminarios permanentes en donde vamos compartiendo esa práctica, que no es la perfecta, sino que la idea es compartir las cosas que no nos han salido también.

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UNA FEMINISTA MATERNAL

Acueducto.- ¿Qué es lo que más amas de EMAS?

Qué es eso, que es una casa, que es un espacio para todas las compañeras que lo necesiten, así como te decía, creo que fue muy simbólico ahorita que lo dije que abrí mi casa, o sea, que eran dos cuartos y que yo le podía abrir a todas las mujeres que de verdad lo necesitaran. En aquel tiempo sin saber que yo era feminista, se empezaba ese proceso, pero era eso, era poder reconocer que mi compañera que estudiaba y que su familia no la apoyaba en algo, pudiera comer todos los días a mi casa y no pasaba nada, no. Otros días, mucha gente en el equipo me criticaba mucho porque dicen que soy muy maternal, que puedo maternar a quien se coloque enfrente. No lo niego, ni lo discuto, pero no va por ahí, no es como esa maternidad que quiera reprimir o que la use para invadir el espacio de la otra, sino para que sepa que estoy ahí, que puede contar conmigo ahora que ya estoy más viejita y pues siempre estoy ahí. Entonces eso es lo que más me gusta de EMAS.

EL AMOR A LA SOLEDAD

Acueducto.-  ¿Qué es lo que más amas de ser Ana?

Lo que más amo de mi vida es dormir, es comer, es tener espacios para mí donde no haya nadie más que yo. Incluso por eso medito mucho, porque es un espacio en donde estoy solita con mi oscuridad, con lo que yo soy, y creo que desde ahí, como que renazco siempre. Entonces, me gusta mucho estar conmigo y poder deshacerme de todo el mundo y quedarme yo sola.