Lo impensable sucedió, la reapertura del Palacio de Gobierno de Michoacán, un viejo bello, exquisito edificio colonial, estilo barroco, construído entre 1760 y 1770 y que alberga murales del michoacano Alfredo Zalce.
Tantos años cerrado al pueblo, a la ciudadanía, a los turistas nacionales e internacionales, se convirtió casi en un búnker a raíz del asedio de grupos llamados de izquierda, ya sea partidista, magisterial, feminista y/o indígena.
Un asedio bajo la consigna de tomarlo por asalto, con o sin violencia, era lo de menos, y con ello arrinconar a las autoridades, obligarlas a negociar demandas, peticiones, de todo tipo, no importa si eran inverosímiles.
Intentos no solo de tomas, de derrumbar, a golpes, a fuego lento y no, la puerta principal, sino de cercos, de sitios, de estados de sitios, como el de los purépechas que hicieron una cadena humana a su alrededor.
Un imponente dificio, no menos que la Catedral moreliana, diseñada por el arquitecto italiano Vicencio Barroso Escayola, un recinto religioso catalogado como ejemplo de armonía, refinamiento y sobria belleza.
Ahora, el Palacio de Gobierno, el también llamado el Solio de Ocampo, el construído bajo las órdenes del rey Carlos II e iniciar como un seminario tridentino, tiene abiertas sus puertas casi de par en par, a ver hasta cuando…