Morelia, Mich.| Acueducto Noticias/ Zayda Solís.- Los puestos de cacahuate en las ferias y tianguis son un sello característico, una tradición de décadas, sino es que de siglos en esta zona del bajío mexicano.
Eva Montañez Guerrero, de 60 años de edad, es comerciante cacahuatera con más de 40 años en el ramo. Mientras nos otorgó una entrevista, atendía a los clientes que se acercaban a preguntarle los precios de los cacahuates que, por motivo del día de muertos, expendía a las afueras del Panteón Municipal de Morelia.
De mirada penetrante y actitud amable
La señora Eva, de mirada penetrante, tiene un aspecto serio pero su actitud es de amabilidad. Ella vende junto con su esposo «cacahuate cocido, cacahuate de horno, cacahuate de comal y cacahuate de bolita». En vasitos que cuestan «entre 30 y 40 pesos».
Su negocio es itinerante pues «todo el año hay cacahuate» que venden en ferias y tianguis de Morelia y alrededores.
Imagen Zayda Solís/Acueducto Noticias
Aprendió el oficio de su esposo comerciante. Comentó que ellos no siembran cacahuates, lo compran por toneladas en Salvatierra, Guanajuato. Después lo almacenan en bodegas, poco a poco lo van sacando conforme lo van vendiendo.
En este comercio itinerante doña Eva tiene varios puntos de venta: «nosotros vendemos en Queréndaro, Indaparapeo, San Lucas Pío y ponemos puesto en todas las fiestas de los templos de Morelia».
“No mamá, ¡no quiero vender cacahuate!”
Sobre sus orígenes, Doña Eva comenta que nació en Guanajuato, pero lleva casi 5 décadas viviendo en Morelia.
Cuando le preguntamos cómo surgió el interés por vender la característica botana, nos compartió lo siguiente «yo jamás me hubiera imaginado en este trabajo. Mi mamá vendía y yo veía todo el trabajo que implica, yo decía «No mamá, no quiero vender cacahuates».
Sin embargo, añade doña Eva, me casé y mi esposo ya vendía cacahuates y pues me tocó entrarle, ahora llevo 45 años vendiendo (cacahuates)».
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«A la gente le gusta que el cacahuate esté calientito, no les gusta frío»
Sobre las dificultades de vender cacahuates en las ferias, «es un trabajo pesado, tienes que lavar muy bien el cacahuate, hay que quitarle toda la tierra que trae, cacahuate por cacahuate, porque si la gente lo ve negrito, no te lo compra».
A ese proceso de limpieza, puntualiza, hay que agregarle un tiempo de cocción «toda la noche, se pone a hervir el cacahuate con leña o carbón». Eso significa que hay que cuidar la olla, asegurarse de que no se acabe el carbón para que el fuego continúe y los cacahuates tengan la consistencia deseada.
En el tianguis o feria, la señora Eva mantiene el cacahuate caliente en un contenedor grande de aluminio, mediante gas logra conservar la temperatura, «a la gente le gusta que el cacahuate esté calientito, no les gusta frío» (…) «Ese es el proceso solamente para el cacahuate cocido, aparte es el que va tostado».
La preocupación
Al tratarse de un trabajo que requiere estar en contacto con el fuego, Doña Eva dice sentirse preocupada porque después de tantos años tostando e hirviendo cacahuates podría desarrollar alguna enfermedad «tengo miedo, porque como tuesto el cacahuate utilizo mucho el carbón, me pregunto «¿Cómo estaré de los pulmones?». Sí, sí me da miedo enfermarme».
Sobre las ganancias económicas «en realidad es poco, todo está subiendo (de precio), además del cacahuate hay que comprar chile en polvo, limón, bolsas, vasos desechables. Haciendo cuentas, te quedas con muy poco dinero».
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“Te queda poquillo, no mucho”
Así que, en realidad, dice, «aquí nada más sacas (dinero) para irla pasando, te queda poquillo, no mucho». Hasta hace algunos años las ganancias eran buenas «pero ahorita no, se gasta en gasolina, comida para nosotros, además, han bajado mucho las ventas»
A pesar de lo anterior, Doña Eva asegura que no piensa dejar de comerciar en las ferias y tianguis, porque el cacahuate es algo que la gente busca, «esto para mí ya es una costumbre, no dejamos este trabajo hasta que Dios decida».
Podemos encontrar el puesto de la Señora Eva en las ferias, próximamente «estaremos en la fiesta de la Santísima Virgen de los Rosarios en San Diego, en el templo de la virgen de Guadalupe a partir del 19 de noviembre si Dios quiere».
Sobre continuar el negocio, «mis hijas me ayudan, pero no, ellas no van a trabajar en esto”. Al ser un trabajo difícil y desgastante físicamente, Doña Eva no espera que sus hijas se dediquen a la venta del cacahuate.
Gracias a su esfuerzo y el de su esposo, lograron sacar adelante a su descendencia «ellas ya tienen su carrera» sentenció.
Pese a las dificultades, los cacahuates le han permitido salir adelante y tener independencia económica, porque como ella dice «no hay nada mejor que tener tu propio dinerito, eso es lo bonito de esto» finalizó.