Cuba | Propuestas de trío por una mujer golpeada

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Una semana en La Habana. Bailando, cantando y bebiendo | Parte V

  • Relatos cortos de un greñudo de vacaciones que intenta ser historiador, periodista y danzante. Caminando 10 horas diarias para charlar con infantes, abuelos, abuelas; disfrutar de la danza, la música. Ahí, en donde el humanismo de los cubanos se siente al pisar la isla.

La Habana, Cuba | /Acueducto Online.- Eran las dos de la mañana y deambulaba por la calle San Lázaro en La Habana.

Caminábamos la turca Deniska, el cubano Josisko, mi amigo Ederisko y quien esto escribe. Carcajadas por salir ebrios del Bar Bilbao. Abrazados y dejándonos seducir por la lluvia que caía sobre los cabellos, las sonrisas parecerían eternas.

En un portón, lloraba una mujer cubana, cerca de 20 años. Su nombre es Salomé. Sus mejillas y labios estaban hinchados. Un hombre la había golpeado.

Sin dudarlo, Josisko invitó a Salomé a pasar la noche pues su casa se encontraba a decenas de cuadras.

La turca Deniska (pareja sentimental de Josisko) caminó con Salomé un rato, para consolarle.

Tras cinco minutos, Salomé había invitado a un trío sexual en el que participarían  Deniska y Josisko.

Acto seguido, la turca me avienta la bolita a mí.

-Juan, ven, gritó Deniska.

-¿Sí qué pasa?

-Camina con ella, comenta Deniska con voz seria y su bello acento cortado.

Al caminar al lado de Salomé, sus ojos se perdían, mientras sujetaba mi brazo, una excitación en la entrepierna.

Mientras avanzábamos a la casa, Salomé propuso otro trío, ahora con mi amigo Ederisko y conmigo. Vaya que le gustan los tríos. 

-Invítala a dormir, total, pensé en algún momento, pero recordé consejos de mismos cubanos: nunca lleves a una mujer que topes en la calle, pero sobre todo, las horas invertidas en terapia para recordarme que ya no soy un pasado de lanza. 

Caminamos unas cuadras más y nos despedimos.

En las calles de La Habana se perdió Salomé. La propuesta del trío tuvo que esperar unos días más.

Encendí un último cigarro y me fui a dormir recordando las triadas corpóreas que la vida me ha regalado. Sonreí y comencé a roncar.