Morelia/Redacción.
La última actividad que tenía prevista el Papa Francisco en México, antes de partir al Vaticano, era una misa que se celebró en el Recinto Ferial que se ubica en el Parque de “El Chamizal”, en Ciudad Juárez, misma en la que insistió en la realidad que viven los migrantes de esta ciudad fronteriza.
A su llegada a este recinto, primero hizo un recorrido para saludar y dar su bendición a los feligreses que lo esperaban. Después subió a una rampa que lo llevó a una cruz a orar, misma que estaba rodeada por otras cruces que simbolizaban a mexicanos o migrantes que murieron, ahí depositó un ramo de flores blancas y las bendijo.
Durante su mensaje, se refirió a San Ireneo, cuando expresó “la gloria del Padre es la vida de sus hijos”, ya que como lo dijo, para un padre no hay mayor satisfacción, que ver a sus hijos realizados.
Haciendo hincapié en el año de la misericordia, el pontífice manifestó “la misericordia rechaza la maldad… la misericordia siempre se acerca al mal, para transformarlo desde adentro… invita a la conversión, invita al arrepentimiento”.
“Las lágrimas, son las pueden darle paso a la transformación, las que pueden ablandar el corazón, las que pueden purificar la mirada y la actitud endurecida y especialmente adormecida ante el sufrimiento ajeno…”, así lo enunció el Papa.
El mensaje más importante que llevó fue para los migrantes, ya que ahí se encuentra la frontera que divide a México con Estados Unidos y es en esta, en donde miles de mexicanos han perdido la vida “Aquí en Ciudad Juárez…Un paso, un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio de tráfico humano, de la trata de personas.”
Casi para finalizar su mensaje, el Papa dijo que ya es tiempo de cambiar, ya que siempre hay una salida, por lo que dijo “Pidámosle a nuestro Dios el don de la conversión, el don de las lágrimas, pidámosle tener el corazón abierto, como los ninivitas, a su llamado en el rostro sufriente de tantos hombres y mujeres.”
Por último el gran líder religioso, mando un saludo a las personas que se encontraban del otro lado de la frontera y lo acompañaron simultáneamente y expresó que ninguna frontera podrá impedir celebrar el amor misericordioso que el Señor da.