Leonela Dimas, ¿la última tejedora?

Imagen Acueducto Online/Cayetano Mac
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Morelia, Mich. | Acueducto Online/Cayetano Mac.- Dentro del museo del artesanos michoacanos, al interior del exconvento de San Francisco, en esos pasillos casi como laberintos coloniales, podemos encontrar al final del camino, desde la ventana donde se puede apreciar a la Catedral, el local de Leonela, que desde Ichupio, una comunidad de Tzintzuntzan muestra sus habilidades artísticas en el tejido de piezas con paja de trigo, chuspata y el tule.

“Somos del municipio de Tzintzuntzan, nuestra comunidad es Ichupio, y ya tenemos aquí aproximadamente 50 años. De hecho, comenzaron aquí mis papás, ya fallecieron, pero nosotros un hermano y yo estamos aquí, hoy me tocó atenderlo a mí.”

Cuenta cómo es que empezó apoyando a sus papás en la elaboración de piezas a corta edad. “Desde muy pequeñitos, yo tenía unos ocho años y ya nos ponían a hacer este tipo de actividades. Claro que hacíamos otras cosas como lo eran las estrellas, los petates, tapetes, con el tiempo empezamos a hacer otras cosas diferentes.”

-¿Cómo es la vida allá en Ichupio?

-Se puede decir que como en todas las comunidades rurales, la vida es un poco difícil pues para uno, como miembro de una comunidad uno debe levantarse desde temprano, casi todos se levantan a eso de las cinco de la mañana para sus actividades, yo lo hacía un poquito más tarde, pero la mayoría madrugan.

En sus manos traía una pieza de paja de trigo, adornada con estambre, usada para poner piezas calientes de cocina en la mesa, ella menciona que le llega a tomar poco más de una hora realizar solamente una, pero que el proceso de elaboración lo deja más en casa y aquí en su local solamente pule aquellos detalles que hagan falta. “Para piezas más grandes llega a tomar unos dos o tres días».

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-¿Qué es lo que más le gusta de Ichupio?

-Allá todo es más tranquilo, la vida es más relajada, aquí en la ciudad andamos más a las carreras.

Leonela comenta que antes de regresar a las artesanías, ella fue maestra, y que fue un momento que recuerda con mucho cariño. “De hecho yo soy maestra jubilada, trabajé esto hasta que terminé la Normal, ayudaba en ocasiones como los fines de semana o en vacaciones, me dediqué totalmente a mi trabajo, y ahora que me jubilé retomé esto.

“Teníamos que continuar con esto, mis padres ya fallecieron, pero debemos continuar con la actividad que ellos tenían aquí. Disfruté mucho mi etapa como maestra, sí me gustó mi profesión, fue una etapa muy bonita, con mis papás, con los otros maestros, con los niños que eran mis alumnos, siempre tuve una buena relación todos ellos”, dice.

Agrega que ella es de la segunda generación, pero “ya creo que aquí se acaba, la tercera generación no les interesa mucho, ellos han seguido otro camino y ya no se trata tanto de comercio se puede decir y la elaboración de artesanías. Yo creo que esta será la última generación, aparte que no es tan bien pagado, y hay veces en lo que esto está muy solo, no hay clientes.”

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Leonela también invita a que los demás aprendan esta actividad para no dejar morir la tradición. “Esto del tejido no se enseña, cualquiera lo puede aprender viendo cómo se trabaja, al que le interesa lo aprende rápido, así empezamos nosotros, solamente viendo a mis papás cómo tejían la chuspata. Es bonito porque como que uno se desestresa, sirve como terapia de relajación. La verdad sí disfruto de mi trabajo, sino no estaría aquí.”

-¿Usted cree que se le está dando el debido reconocimiento al tejido vegetal?

-Se debería de tener, aunque muchas veces pareciera que no es así, aquí estamos muy olvidados, nadie nos hace promoción, de que hay este tipo de artesanías en el centro de la ciudad, muchos no saben que esto existe aquí.  Entre la poca gente que entra, es muy rara la que viene y compra algo, ojalá y se animen a visitarnos.

Recuerda con cariño también los viejos tiempos en donde las ventas eran mayores que ahora, y espera algún día vuelvan a ser así. “Hace como más de 20 años vendíamos más que ahora. Nosotros en ese tiempo no teníamos casa aquí en Morelia, pero las ventas eran tan buenas que gracias a Dios hoy sí tenemos una. Se vendía muy bien, ahora ya no, a lo mucho unos 300 pesos por día, y en los malos ni 100 pesos podemos sacar. Lo bueno es que este local ya es propiedad de mi hermano y yo.”

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El gran premio internacional

Uno de los mejores momentos para ella fue cuando en un concurso en Europa, su pieza se llevó un segundo lugar a nivel mundial. “Cuando yo estaba en la Normal hice un penacho que se mandó a un concurso a Austria y ahí ganamos el segundo lugar a nivel mundial.”

Aprecia mucho que los mexicanos sean los que más compren sus artesanías, pero también anima a que los extranjeros conozcan más de su cultura y de sus piezas. “Aquí han venido más los mexicanos, sí llegan extranjeros, pero siento que no valoran tanto las artesanías, los que sí compran de ellos casi siempre son los españoles y los argentinos, pero la mayoría de los que nos compran son personas de aquí del país. A lo mejor y desconocen nuestro trabajo y es por eso que todavía no se animan a comprarnos cosas.”

“Siempre estamos aquí desde diez y media a cuatro y media que es la hora en la que cierran aquí abajo, antes de eso sí teníamos horarios de nueve a ocho de la noche, pero ahora de la pandemia para acá se recortó el horario. Aquí siempre estamos, si no soy yo, estará mi hermano, espero que se animen a visitarnos pronto. Espero que nos visiten y consuman todo lo que aquí los michoacanos tenemos para ofrecerles.”