Los mejores cortos

Imagen: Especial
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Morelia/Bernardino Rangel

Cuando llega el Festival, me clavo en los cortometrajes, en los documentales y en los documentos fílmicos. Es decir, en todo lo que luego no tendré posibilidad de ver en la cartelera comercial. Aunque sólo he visto dos de los programas de cortometrajes que se exhiben en esta edición, quiero escribir de dos que me parecen notables y de uno del que no me espanta decir: es el mejor que he visto en mi vida.

 

Lupano Leyva

Duración: 10 minutos

Dirección: Felipe Gómez

 

Un soldado herido en los tiempos de la Revolución es herido de muerte. En el delirio de la agonía y en (la agonía de su delirio) transita por un mundo onírico tan absurdo como algunos de los pasajes que ésta nos heredó. Salvo por mis sueños, este cortometraje es lo más cercano que he visto al Comala de Rulfo. Su realización y sus actuaciones (Roberto Sosa, Gerardo Tarascena,  Mario Zaragoza) son impecables. En sórdidos tonos de grises y locaciones breves y surrealistas la atmósfera Rulfiana enmarca una historia breve y un guión preciso, parco, inteligente. Los diálogos embonan tersamente con un mundo que no termina de ser creíble. Se siente la sombra lenta de la muerte mientras el soldado herido lucha por volver a ser (por lo menos) el soldado herido. Por si fuera poco, el director remata el cortometraje con una exquisitez: un canto cardenche, interpretado por campesinos de Durango, compuesto a propósito de la historia y que pone a este trabajo el sello de lo entrañable.

 

 

Si maneja de noche procure ir acompañado.

Duración: 10 minutos

Dirección: Isabel Muñoz

 

Alguna vez un amigo, me dijo que el mejor espacio para charlar era el coche en carretera. Puede ser. Seguramente esta percepción la comparte Isabel quien ya ganó en 2009 el Ariel a mejor documental, y con este trabajo, el premio al mejor cortometraje mexicano del Festival de Cine de Guadalajara. La trama es simple y poderosa. Dos amigos hablan mientras recorren su ciudad de noche. No sucede nada espectacular, más que el conocimiento que tienen de sí y del otro a su lado. La amistad como historia, la historia de su amistad. Las actuaciones, la fotografía y el sonido son exactos, el ritmo narrativo es el ritmo de esas noches mojadas en que no ocurre más cosa que nuestras vidas. Se agradece la percepción literaria de los que como, la directora, saben distinguir en donde hay algo que contar. Andar en coche así es poesía en movimiento.

 

 

El último canto del pájaro cu

Duración: 10 minutos

Dirección: Alonso Ruiz Palacios

 

Cuando le preguntaron a Borges (uno cita a Borges como rayo de invulnerabilidad) qué le parecía tal novela, contestó que era muy buena novela pero le sobraba más de la mitad. Modelo recurrente en todos los ámbitos narrativos del hombre. Bien, pues este cortometraje podría ser un ejemplo de la economía como virtud, pues cuando termina uno tiene la sensación de haber presenciado una historia gigante que para haberse contado hubiera requerido muchas páginas, mucho tiempo. Y no, todo transcurre en diez minutos. Un hombre agoniza en un hospital, su cama es flanqueada por otros dos enfermos con los que habla y lo acompañan frente a la muerte como dos chambelanes. La agonía se presenta en el cortometraje con una terrible belleza, con una asombrosa y fantástica hermosura. El bip irregular y caprichoso de un aparato que registra los signos vitales suena de música de fondo, al borde de la muerte se amontonan los recuerdos y las imágenes con colores vivos, un suero se derrama e inunda la habitación como la vida que se diluye, el agua eleva la cama como alzándola en hombros. La eternidad en 10 minutos. Todo es un frenesí logrado magistralmente, por decir lo menos. No digo más, salvo no se lo pierda.

 

Los tres trabajos muestran una cara asombrosa del cine nacional, e incluso diría de un país que se debate en un polvorín. Por supuesto, perlas en un mar de alfombras rojas.