Paulina

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Morelia/Bernardino Rangel

Imagina que haces todo lo contrario a lo que se supone que debes de hacer. Que el mundo tal y como lo conocemos ha demostrado que ciertas cosas funcionan indiscutiblemente con una lógica rotunda, de acero. Menos para ti.

Imagina, por ejemplo, que decides no enviar a tu hijo a la escuela, o que vas ganando un maratón y al final te detienes a mirar un pájaro mientras todos te rebasan, o imagina que no cantas el himno nacional porque te parece absurdo. Bueno, de eso trata Paulina, una película argentina que cuenta la historia de una abogada que piensa que el mundo, en varias cosas, está equivocado.

La sala está repleta porque Paulina ganó el afamado premio de la crítica en Cannes. Lo que dije ayer sobre un Festival vacío, hoy no. Hoy no cabe nadie.

La película no tiene una gran manufactura. No la necesita. La producción evidencia lo mínimo. Una fotografía cruda y sin preciosismos, tres o cuatro escenarios, actores que no son actores y que se les nota, algunos absurdos, pero nada de eso importa al final porque la pregunta para nuestra sociedad es tan grave y tan densa que todo se diluye en ella. Es como una película en donde la película fuera lo de menos. La disyuntiva sobre lo que haríamos si estuviéramos en los zapatos de cada personaje es lo que alimenta la expectación galopante. No se puede salir del cine sin preguntarse: ¿Yo qué haría?

Eso vale, y se agradece en una época de narrativas prefabricadas y desechables.

Paulina es una reflexión ética sobre los mecanismos que hemos creado para vivir juntos y, aunque parezca lo contrario, ya se sabe que en ese tema nunca terminaremos de ponernos de acuerdo.

Mientras me acomodo en mi asiento pienso en la dificultad de construir una narración como la que veo. Imagino a filósofos reacomodando palabras en el guión y revisando el sustento de valores para cada personaje, donde se acomodan concéntricas y densas como campos gravitacionales las posiciones de las diferentes ideas del mundo. Creo que en Paulina hay una proeza: ponernos en los zapatos de los otros. ¿Yo qué haría? ¿yo qué haría?…. ¿por qué lo haría?

No quiero contar más ni revelar cuál es esa pregunta de la que hablo. Finalmente, muchos la definen como una película de suspenso y creo que no debo adelantarme. Más allá de toda parafernalia, en obras como Paulina, se saborea el valor de cine y sus festivales.

 

Ve a verla.