Morelia/ Carlos González Martínez
Aprendiz de Brujo y colaborador de Acueducto On-line
Con la renuncia de Fausto Vallejo Figueroa al cargo de Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Michoacán de Ocampo y la designación de Salvador Jara Guerrero como Gobernador Sustituto, llega a su fin uno de los semestres más intensos de la vida política contemporánea del estado y, sin duda, el más sintomático de su historia reciente.
En estos singulares meses se concentran buena parte de nuestros déficit cívicos e institucionales, si no es que todos. Sobre todo bajo la herencia de la sombra siniestra del crimen transmutado en maquinaria electoral durante el 2011, Michoacán llega a los linderos finales del 2013 sumergido en la terrible patología que muy bien describió como causas de su intervencionismo la estrategia federal: debilidad institucional y erosión del tejido social. Dos componentes suficientes para desgraciar cualquier Estado y cualquier sociedad que algún día se preció de serlo.
Seis meses bastaron para terminar de debilitar las instituciones y terminar de erosionar el tejido social. De la aparición abrupta de los autodefensas a la renuncia del gobernador hay una sólo línea delgada pero profunda: el caos. Primero, el caos sin gobierno, pues no hubo institución alguna que pudiese (o queriese) confrontar y menos aún revertir el dominio del crimen organizado y la proliferación de la desesperación de la gente en una franja más que considerable del territorio y de la población… que se supone que, junto con el gobierno, conforman la materialidad institucional y legal del Estado. Después: el gobierno del caos, pues lo que se logró controlar sólo fueron los síntomas, pero no las causas del desastre.
Hoy nos enfrentamos en Michoacán, on-line, como este Acueducto, al fin de un momento y al inicio de otro. Se acabó el fin, ¿qué comienza ahora? La renuncia de Fausto abre un nuevo capítulo: la unción de un gobernador sustituto cuyos méritos más que acreditados están en la academia y la sociedad civil, pero no en el gobierno ni en la “política profesional”, y los preparativos de la elección general y concurrente de julio del 2015, a la que llevamos enrumbándonos ya tremendos siete años. ¿Cómo vamos a llegar? Y ¿a dónde nos vamos a enrumbar? Depende de nosotros/as.
Un dato alienta y llama la atención en este momento de quiebre y déficits cívicos: la presencia al frente del Gobierno estatal de un ciudadano no-militante ni dependiente de los partidos políticos. Alienta su perfil ciudadano y su raíz universitaria. Buena noticia. Pero también llama la atención que para gobernarnos se haya llamado a un no-gobernante, a una persona cuyo mayor mérito sea el de ser ciudadano no-partidario. ¿La ciudadanización del poder? Ojala. Pero mientras ello ocurre, más nos valdrá apoyarle en la consolidación de una eficiente gobernanza, porque de otra manera el caos y el descrédito se expandirán aún más. Y que esa gobernanza de materialice dependerá principalmente de los partidos políticos, no sólo de la sociedad civil. Mala noticia.
Parafraseando al profesor Winston Churchill, hoy lo que se necesita en Michoacán no son “políticos/as” electoreros/as que sólo piensen en la próxima elección del 2015 (de ésos tenemos de sobra), sino verdaderos estadistas que piensen en la próxima generación de michoacanos y michoacanas. A ver si lo logramos. “Al tiempo”, como dice y escribe mi querido amigo Samuel Ponce