“Fausto Vallejo es, más allá de todo esto, un buen hombre, pero un buen hombre arrollado por los compromisos, por la ambición de llegar a la posición por la que había luchado toda su vida para tener que abandonarla en la peor de las crisis. Ojalá que como el otro Fausto, al final de sus días el diablo no pueda llevarse su alma porque de alguna forma ésta permaneció pura”: Jorge Fernández Menéndez, periodista.