Morelia/Erick Alba
Son las personalidades desnudas de cada candidato a Gobernador de Michoacán las que se abren ante la ciudadanía en su primer debate en busca del puesto, y así también la experiencia y errores por corregir del sistema organizador del proceso electoral que por hoy tiene a los michoacanos consumiendo estrategias y una buena dosis de repartos de culpas, por mucho que se niegue.
El Centro de Convenciones de la ciudad de Morelia recibe sólo a tres tipos de visitantes este miércoles por la tarde: candidatos, cercanos a los contendientes y reporteros, cada uno en su propio espacio y en medio de un operativo de seguridad notable.
Pronto se desata un pequeño conato de rebelión en la sección de prensa cuando los reporteros intentan entrar a la sección de invitados especiales, pero no es por anarquía sino por practicidad:
La pequeña, muy pequeña pantalla dispuesta para ellos inicia tarde su transmisión, por eso ya se perdió el mensaje de Luis María Calderón, la candidata del Acción Nacional, y de Gerardo Dueñas Bedolla, del partido Humanista, y cuando aparece la imagen ésta va también sin audio.
Ante los intentos de invasión a la sala vecina, los organizadores prometen que “pronto se restablecerá el audio”, pero el “pronto” es inaceptable, la nota se está escapando, aunque en realidad el audio de la pantalla llega cuando las reclamaciones todavía están en su esplendor.
Entonces aparece Luis Manuel Antúnez, candidato por Movimiento Ciudadano, con el tono que mantendría como estrategia durante todo el encuentro: irreconciliable con el pasado y en constante llamado a cobrar cuentas pendientes.
“¿Te preguntaron si es justo vender la energía y el petróleo?” lanza como primera pregunta al electorado y reclamo a los partidos que ya han gobernado a Michoacán, PRI y PRD, aunque el PAN está en la misma categoría pues fue en Michoacán, según le hacen recordar a Luisa María, donde su hermano Felipe, el entonces Presidente, hizo sus primeros ensayos bélicos.
Pero Antúnez, al igual que la mayoría de sus interlocutores, no tiene contacto real con el público, no calcula que sin mirar a la cámara el público no lo observa, y viendo sólo el papel que lee no habrá diálogo con quienes podrían regalarle su voto.
“Ellos no han terminado su período para el que fueron electos”, “cerrar casa de gobierno porque es una muestra de derroche”, dice durante el resto de sus intervenciones, proponiendo integrar la tecnología a la educación como única opción vanguardista de la noche.
Por su parte, el perredista Silvano Aureoles intenta una apertura que apela a lo sentimental: “nací en un municipio con marginación”, “soy hijo de una madre soltera”, y se enfila hacia la unión de todos para atajar los reclamos que pronto vendrán sobre el desastre financiero heredado a Michoacán por Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy Rangel, los gobernantes locales emanados de su partido.
Silvano es el que más explota la cámara y muestra un lenguaje corporal con meno ataduras. Es también al que menos le conviene caer en la confrontación y cuando recibe ataques se queja ante el público del poco nivel de sus contrincantes por hacerlo.
Es por eso que el perredista es el más obligado a basar su intervención en propuestas y eso le beneficia como producto vendible, por lo que repite su discurso de calle: economía, empleos, seguridad, transparencia…
Pero Ascensión Orihuela, el abanderado de PRI, tiene una estrategia de entrada muy similar: “de niño aprendí la importancia del trabajo”, “soy empresario exitoso”, aunque buena parte de su plan es ir contra el PRD a través de los reclamos por la situación económica estatal.
Detrás de la reglamentaria corbata roja para cada acto público en que interviene su partido, Orihuela intenta eximir de responsabilidades a su partido aunque eso no será fácil, pues todavía estamos en el período que tuvo cuatro gobernadores.
Su postura corporal es recta, la voz sobria y el discurso está entre lo conciliador, lo propositivo y lo reclamante, pero su mirada está también perdida entre los documentos que lee y algún punto impreciso en el espacio, nunca en la cámara.
“Yo sí sé cómo generar empleos”, “tenemos que poner orden”, continua Ascensión con la postura imperturbable a medida que se acrecientan los ataques del resto, a excepción de Silvano, y a los que deja pasar.
Por su parte, María de la Luz Núñez, por el Movimiento de Regeneración Nacional, inicia con su trayectoria personal y política: legisladora, luchadora social, madre, abuela, investigadora, escritora, pero es también la más lejana al diálogo con el elector.
En tres ocasiones durante la noche mencionará a Andrés Manuel López Obrador, el fundador de su partido, como vía de contacto aunque ella misma dejará de alentarlo al mantenerse centrada en sus tarjetas y en la letanía de números, dolorosos y ciertos pero improductivos para una sesión como ésta.
Es la única también que trastabillará con las palabras y la que con mayor dureza se referirá al pasado, el reciente y el lejano, representado en los candidatos que tiene frente a sí, y lo hará con frases lapidarias en cada inicio de intervención.
“Ustedes, ilícitos candidatos…”, “en verdad que no puedo creerlo, yo hablo de cifras y no hago promesas”, señala, y el tiempo se le va, se le acaba el reloj y se convierte en costumbre escucharla en la lejanía, cuando la toma ya la ha abandonado.
Gerardo Dueñas Bedolla, por el Partido Humanista, es el único que viene confiando en su memoria aunque su explicación para cada propuesta la basa en un tono poético y en una explicación lógica para cada fenómeno que hoy debe resolverse para el beneficio social.
Pero lo que se califica aquí es también la presencia y la contundencia, y Gerardo Dueñas se mantiene rezagado en eso, incluso debe ser corregido por algún asesor después de que apareció con la mano izquierda sujetando el cinturón, en actitud segura y hasta retadora, pero contraproducente en lo mercadológico.
No hay muchas modificaciones ni a la conducta ni al discurso en el resto de la noche, aunque pronto tendrán un derrumbe colectivo pues el azar les puso la peor de las preguntas posibles: “Menciona por lo menos dos propuestas concretas para el proyecto de Cultura”.
Los reporteros hacen un gesto malévolo, saben que es el talón de Aquiles en cualquier debate, y lo mejor que pueden hacer los candidatos es irse por las ramas y hacer como que saben, y si pueden hacer como les interesa, mejor entonces.
Luisa María venía preparada con ese par de propuestas: implementar un modelo de coinversión y promover el tejido social, aunque son casi tres minutos los que debe permanecer hablando y el arsenal ya se terminó, por eso va a la segura: “pasar de la cultura de la violencia a la cultura de la paz”.