Novela, ensayo, autobiografía y cuento. Sergio Pitol fue un escritor que trascendió los géneros literarios hasta encontrar una voz propia y particular dentro de nuestro idioma. A continuación, hacemos un repaso por cuatro de los títulos más significativos de quien ganara el Premio Cervantes en 2005.
El arte de la fuga. Era.
En El arte de la fuga, como en la música, los temas son retomados y respondidos, reemprendidos y modificados, no por distintas voces en este caso, sino en distintos tonos que se contrastan y conviven armónicamente: así pasamos del recuerdo de infancia al diario de escritura, del retrato a la crítica literaria, del cuento a la crónica. Capaz de todos los temas y tonos, en este libro Pitol es un lector maravilloso y un narrador de primer orden. Con una nueva libertad, goza de relatarnos lo que piensa y de pensar cómo relata él y cómo relatan otros, a más de establecer un interesantísimo registro de su evolución como escritor, en la que participan la cercanía de otros escritores, la lectura y la traducción de grandes obras, el viaje y la estancia en distintos países, y los ingratos avatares del nuestro.
Los mejores cuentos. Anagrama.
Decía Pitol que en una casa de campo escribió sus primeros cuentos. Pasaba allí la convalecencia de una ruptura amorosa. Se proponía odiar al mundo, pero no lo conseguía. Por las mañanas escalaba una cordillera para rodearse de una aureola romántica, decadente, aun diabólica. Buscaba acantilados escabrosos y le venían a la mente los acantilados de Devon, un viaje a Inglaterra, y entre ese deseo de viajar y la contemplación de un maravilloso paisaje se adormecía en la hierba, para después llegar radiante de alegría a su casa y ponerse a leer a James, Kafka, Faulkner, Borges, Rulfo. Durante varios años escribió cuentos y luego novelas. Todo eso procede del fruto de aquellos cuentos escritos hace cincuenta años. Precedido por una presentación de Enrique Vila-Matas, el volumen incluye sus relatos más significativos.
El Tercer personaje. Era.
Escritos a lo largo de las dos últimas décadas, los ensayos que reúne este volumen constituyen las bifurcaciones de una vasta genealogía de afinidades. A los de Cervantes, Dickens, Galdós, Virginia Woolf y Chéjov, nombres recurrentes que pueblan la biblioteca esencial de Pitol, se suman ahora los de Carlos Fuentes, Fernández de Lizardi, Monterroso, Pacheco, Aira y Bellatin, como también el cine, la narrativa polaca, los proyectos editoriales de Tusquets y Anagrama, la pintura de Juan Soriano, Rufino Tamayo y Vicente Rojo, la cerámica de Gustavo Pérez, la literatura policial, distintos rostros con que se revela y esconde el tercer personaje que habita en estas páginas.
El mago de Viena. Fondo de Cultura Económica.
Sergio Pitol escribió al interior de este libro: “El escritor sabe que su vida está en el lenguaje, que su felicidad o su desdicha dependen de él. He sido un amante de la palabra, he sido su siervo, un explorador sobre su cuerpo, un topo que cava en su subsuelo; soy también su inquisidor, su abogado, su verdugo. Soy el ángel de la guarda y la aviesa serpiente, la manzana, el árbol y el demonio”. Pitol sueña la realidad y ha hecho de la distorsión un arte. El mago de Viena es una muestra de esta poética en la que la literatura es otra forma de lo real, quizá la más verdadera. Para el autor de El arte de la fuga (que junto a El viaje y El mago de Viena conforman el Tríptico de la memoria), la literatura nunca ha sido imaginaria, sino la sustancia más tangible, más hermosa de la realidad.