Zacán/Julieta Coria
La tarde se había vestido de seda, la niebla cubría un poco las arces y un aliento casi vaho, se respiraba a la entrada de La Troje, una de casas más antiguas de la zona, en el municipio de Zacán.
Un paisaje mágico, único, daba vida a la casa típica de la zona; la troje. Las coníferas, las encinas, las caobas con sus maderas rosadas son sin duda, maderas duras que la han mantenido con vida por años.
En una solitaria calle empedrada, dos puertas de par en par invitan a la vieja usanza, la casa tradicional purépecha; hecha con placas muy finas de madera de pino, llamadas tejamanil que ostenta sobre todo en sus tejados, resguardan una ligera brisa que trae consigo el frío más helado que circula por el viejo jardín, donde la telarañas resguardan las plantas.
La casa de paredes de pesadas vigas instaladas sobre una cimentación de roca volcánica. Algunas son también de piedra y uralita. Todas cuidadas por la viejas familias que conserva aún la tradición de cuidarla y atesorarla.
Es tradición no usar, en su construcción, ningún metal, todo es madera, son tablas unidas inteligentemente, sin utilizar clavos ni tornillos, es la simpleza del arte purépecha que ostenta una geometría muy bien definida e increíblemente ecológica. Pues hasta en los tejados, para unir las finísimas tablas del tejamanil, se usan las espinas del árbol tejocote.
Un silencio total, bajo la soledad rodeada de árboles desbordante en su naturaleza, transporta a la raíces purépechas, a una forma de vida en contacto con la naturaleza, al troje rica y poderosa con sus vivencias ancestrales, que son sin duda, las pautas de lo humano en el recuerdo y el olor a viejo.