Morelia / Héctor Tapia
Durante dos horas, en el Café Amati, el blues se alojó entre la cantera y deleitó a medio centenar de melómanos que se dejaban seducir no sólo por las notas que salían de la guitarra de Juan Carlos Cortés, sino también del trombón de Irepan Rojas.
El atípico calorcito de marzo abrió la noche entre frías cervezas, mientras JC Cortés Band se iba instalando en el tapanco de madera que está al centro del café, desde donde el líder de la banda, con su pequeño sombrero, podía ver a todos los comensales.
En la mesa los vasos de cerveza artesanal se fueron vaciando lentamente, una tras otra. A media luz pasaban a prisa, de un lado a otro, los meseros procurando que ni un asistente “estuviera seco”.
Desde los sillones, dispersos en el salón, con todos los lugares ocupados, se mezclaba la charla, las risas y el blues.
“Little Wing” de Stevie Ray Vaughan irrumpió repentinamente en el salón, lo que hizo que los asistentes distraídos levantaran su mirada y se centraran en la ejecución que Juan Carlos Cortés hacía en la guitarra.
Los sonidos metálicos y trémulos en la guitarra, casi sensuales, casi eróticos, enmarcados en el compás lento de la batería, agudizaron los sentidos.
Cada trago de cerveza, cada tono de ella, se fueron arraigando en el paladar, lentamente, en tanto el profundo sonido del trombón fue acariciando y seduciendo a los asistentes llevando a muchos a guardar silencio para escuchar sin distracciones la presentación.
Desde el templete, trombón y guitarra fueron tejiendo una conversación que fue llevando la velada a otros diálogos en las mesas, donde se hablaba tanto de música como de libros, y la vida.
El blues más que oírse se dejó sentir, ante público que ocupó todos los lugares de la estancia; no cabían mas. Algunos que no alcanzaron lugar ocuparon espacio en la barra.