Las Vegas I / Samuel Ponce

Imagen: Samuel Ponce
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Un vuelo sin grandes aspavientos, quizás unos segundos de inquietantes turbulencias. Esta media semana es más el ajetreo en el aeropuerto de la Ciudad de México que en la principal urbe de Nevada.
Por eso uno pasa trotando la aduana, en donde la mirada inquisidora de los agentes no mina el verse flotar en cualquiera de los cuatro puntos cardinales en uno de los sitios más deslumbrantes del suelo estadounidense.
De ahí, al Circus Circus, el que fuera más que un gran hotel casino en la década de los 60s, al menos en el trayecto Las Vegas no refleja del todo las expectativas de quien viaja hacia ella por primera vez.
Es medio día y por hoy la temperatura es de 21 grados centígrados, un inigualable para quienes venimos de climas moderados y que, por supuesto, no inquieta esa ropa casual encimada en uno, en dos, en tres…
Hoy en día, pese a su pasado de gloria, el hotel casino, de más de 9 mil metros cuadrados de extensión y que entre sus principales atractivos se sitúan los espectáculos circenses, flota en la sobrevivencia.
Y, en el andar por el laberinto de Circus Circus que aromatiza tiempos mejores idos, uno no puede siquiera imaginarse que engalano una serie de películas, entre ellas una de James Bond: Diamonds Are Forever.
A la entrada del sitio se ubica la figura de un payaso que trata de ser el emblema del mismo, al seguir soportando el único circo sedentario más grande del mundo.
Más allá del circo de un parque temático, tiendas, restaurantes, el Circus Circus posee un enorme casino con los infaltables y clásicos juegos de mesas y tragaperras que están por doquier.
La noche apenas comienza y la mirada se posa en el Bellagio…