Ciudad Hidalgo/Héctor Tapia
“No chinguen, hasta las galletas me quitaron…”, va diciendo Rosa, una de las asistentes al evento que encabezó el Presidente Enrique Peña Nieto, luego de haber pasado el último filtro de seguridad instalado para la visita presidencial.
“Ni que fuera a rayarle con una galleta…”, dice entre bromeando y molesta. La expresión provoca la risa de varias de sus acompañantes que vienen desde el otro extremo de Ciudad Hidalgo, viven cerca del panteón.
Son las 11:30 de la mañana y doña Rosa dice que llevan más de una hora, en una larga fila de asistentes que se observa, avanzan lentamente. “También me querían quitar mi jugo”, dice, pero ese no se los dejó en el filtro.
No da el nombre completo, dice qué “¿para qué?”, y mejor sigue avanzando entre las vallas metálicas, casi codo a codo con sus compañeras.
No fue el único caso. Los elementos encargados de los filtros de seguridad vieron amenazas en papeles y lapiceros que llevaban los asistentes, por lo que tuvieron que dejar estos artículos ante la inquebrantable solicitud de los uniformados.
“¿Usted es de información?… Sí, que pase…” dice refiriéndose a los papeles y lapicero que traía uno de los reporteros que fue como enviado especial a la cobertura del evento.
La visita fue masiva y se realizó en las instalaciones del estadio de béisbol de Ciudad Hidalgo. Desde afuera se veían largas filas de asistentes, incluso algunos provenientes de otras localidades como la de Patamban, municipio de Tangancícuaro.
Las largas filas fueron avanzando lentamente siguiendo las indicaciones de los elementos de seguridad.
A medio camino, por el frío, algunos de los asistentes tuvieron que usar los baños portátiles que fueron colocados a propósito del evento.
“Pásele por aquí… Más aprisa…” dice uno de los elementos de seguridad, que tiene porte más de militar, y está vestido de civil. Personas de avanzada edad caminan lo más rápido posible.
Cada uno trae etiquetas en el pecho. Unos dicen SEDESOL, otros dicen Liconsa; también están las etiquetas moradas de Prospera, programa federal en que se convirtió Oportunidades que fue impulsado por gobierno de Felipe Calderón.
El concierto
Ya todos instalados en el estadio, en la parte de la cancha, donde se montó una gran carpa, ven cuando viene descendiendo el helicóptero en el que arriba Enrique Peña Nieto. Una intensa movilización de militares se ve a lo lejos, alrededor de la aeronave.
El presidente es trasladado por cerca de 300 metros, desde el punto de aterrizaje hasta la carpa, en una camioneta negra reluciente y limpia, a pesar de la terracería de la cancha. Le sigue un convoy.
Al llegar comienza a saludar, parece que entrará directo al pasillo preparado para su arribo. Se regresa y comienza a dar la mano a los que se encuentran recargados, amontonándose en las vallas, para tomarse la tradicional “selfie” con el mandatario. Él accede con todo aquel que lo pide.
Avanza. Las porras se escuchan de fondo, así como también la música regional michoacana que tiene puesto el sonido oficial. Avanza apenas unos 20 metros en el pasillo, y sorpresivamente, corriendo, en un ejercicio repentino que asombra al propio Estado Mayor Presidencial, y comienza a saludar desde el principio, a los del otro lado del pasillo.
Vuelve a correr en sentido contrario y se sube a las metálicas vallas; levanta una mano, saluda, los asistentes levantan también sus manos saludando al presidente. Se ven extendidos los brazos casi de forma uniformada para saludar al mandatario.
El arrebato del presidente parece más el de un cantante pop que busca arrancar los coros de sus seguidores. Éstos le contestan como si lo fueran.
El ritual lo repite a lo largo del pasillo polvoriento que atraviesa la carpa. Llega al frente. Sin embargo da la vuelta y se dirige a la parte más alejada. No puede dejar sin foto a los de ese lado. Se dirige corriendo, prácticamente, y se deja apapachar.
Enrique Peña sonríe complacido. Le aplauden. Corean su nombre. Él agradece, hace reverencia, alza la mano y sigue saludando.