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CONAHCYT A SECRETARÍA, HACIA UNA MEJOR CIUDAD | Salvador García Espinosa

URBANÓPOLIS | Análisis

El pasado jueves la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum Pardo, anunció que elevará de rango al CONAHCYT para formar la Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación, que estará a cargo de Rosaura Ruiz Gutiérrez.

Esta situación, sin duda representa una señal de esperanza después de un sexenio en el que se tuvo una reducción significativa en el presupuesto asignado a la investigación científica y tecnológica, lo que afectó el financiamiento de proyectos y la operación de algunos centros de investigación, acciones de restricción de apoyos a los investigadores de instituciones de educación superior privadas, así como la eliminación para cursar posgrados en el extranjero. Bajo este marco, el tema amerita varias reflexiones y comparto algunas de ellas.

Para dimensionar la relevancia de la ciencia y la necesidad de su vinculación y  aprovechamiento hay que recordar el antecedente del Club Roma, fundado en 1968 por interés de empresarios italianos y suizos, quienes encargaron a investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) la elaboración del informe Los Límites al Crecimiento, mismo que, tras su publicación en 1972, desató el interés por la preocupación ambiental del Planeta, que podría decirse, se consolidó con el informe de “Nuestro futuro común”, mejor conocido como Informe Brundtland presentado por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en la Asamblea de la ONU, de 1987, en el cual se habló por primera vez de impulsar un desarrollo que sea sostenible y duradero, en términos de asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias.

En la actualidad, la Nueva Agenda Urbana que representa “un ideal común para lograr un futuro mejor y más sostenible”, señala que nos encontramos en “un momento decisivo en el que entendemos que las ciudades pueden ser fuente de soluciones a los problemas a que se enfrenta nuestro mundo en la actualidad, y no su causa”. Sin embargo, para lograr esto, señala la propia Agenda, “se requiere de un cambio de paradigma basado en la ciencia de las ciudades”. En este sentido, es innegable que los avances científicos que se han logrado en materia de generación de energía con fuentes alternativas limpias, pueden mejorar la movilidad de personas y mercancías, con vehículos eléctricos, etc., que por múltiples razones no se han instrumentado en la magnitud necesaria para mejorar nuestra vida en las ciudades.

Hay que recordar que el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías se creó el 29 de diciembre de 1970, con el propósito de promover y coordinar el desarrollo de la investigación científica y tecnológica en el país, para fortalecer las capacidades del sistema nacional de ciencia y tecnología. Hoy, de acuerdo con la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencia y Tecnología, cuatro de las funciones CONAHCYT que se esperaría ahora pasen a la Secretaría en cuestión son: 1) La asesoría al Ejecutivo Federal; 2) fungir como instancia de consulta especializada del Estado Mexicano; 3) promover y articular la incidencia de las actividades públicas en materia de humanidades, ciencias, tecnologías e innovación en la prevención, atención y solución de problemáticas nacionales; y 4) diseñar programas de posgrado interinstitucionales enfocados a incidir en los asuntos y temas de la agenda nacional con la inclusión preponderante del sector social.

Bajo un contexto internacional, la creación de una Secretaría de Ciencia puede interpretarse como una estrategia para lograr una mayor competitividad, ya que necesariamente se mide por la capacidad que tiene un país para generar, atraer y retener talento e inversión. Entendiendo por talento, no sólo una mayor cantidad de personas con educación superior, sino que su formación educativa garantice que cuenten con las habilidades que las empresas e industrias que sustentan el desarrollo económico necesitan.

Diversas investigaciones señalan que, en los últimos 30 años, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en México ha sido principalmente con base en el capital y en la acumulación de mano de obra, siendo marginal la contribución del capital humano, es decir la productividad y las habilidades de los trabajadores.

En el ámbito nacional, la elevación del CONAHCYT a Secretaría de Estado seguramente conlleva implicaciones ineludibles con la educación superior y de posgrado, donde se desarrolla la investigación. En la actualidad hay 4.6 millones de personas cursando una licenciatura y los egresados anuales representan aproximadamente 700 mil. Sin embargo, el acceso a la educación superior continúa siendo muy bajo; de cada cien estudiantes que comienzan la primaria tan sólo 28 terminan una carrera universitaria. En otras palabras, prácticamente dos terceras partes del potencial talento se pierde en la escalera ascendente de la educación.

En lo referente a posgrados, es aún más desalentador el escenario, toda vez que, considerando la matrícula de todos los posgrados (especialidad, maestría y doctorado), existe en promedio 1 estudiante por cada 16 que cursa una carrera universitaria, pero en algunas entidades este indicador llega a ser de 1 a 30. Tal vez, entre otros factores, porque el impulso a los estudios de posgrado corresponde, en buena medida, a que, de acuerdo con el marco legal vigente, es responsabilidad exclusiva del CONAHCYT.

Considerando que la calidad y pertinencia de la educación se impulsa al vincular investigación con enseñanza, toda vez que un profesor que aprovecha sus investigaciones para complementar sus clases, logra mantener más actualizado los contenidos y ejemplifica el uso de los aprendizajes en la solución de problemas del ámbito local y nacional, se antoja predecible que lo referente a educación superior pase a ser atribución de esta nueva Secretaría y lograr concentrar los esfuerzos de la Secretaría de Educación en la atención del nivel básico y medio básico.

Existe una imperiosa necesidad de intensificar la cooperación y el intercambio de conocimientos en materia científica, tecnológica y de innovación en beneficio del desarrollo del país. En este sentido, la decisión gubernamental federal de apoyar la ciencia conlleva necesariamente a pensar en mejores escenarios para la investigación y la innovación en todas sus modalidades, a fin de mejorar la calidad de vida de las personas en las ciudades mexicanas.