Más allá del ganador del debate

Especial
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Morelia/Redacción

En el portal SDPnoticias.com, aparece la columna de Rosy Ramales titulada Crónica política; Los presidenciable en el primer debate, en la cual se deja a un lado la polémica sobre quién ganó el encuentro y mejor habla “de cómo percibimos a los candidatos y candidata a la Presidencia de la República:

Jaime Rodríguez Calderón; con soltura y naturalidad
El candidato independiente conocido como “El Bronco” lució naturalito, con soltura y sin asomo de nervios.

Desmenuzó algunas de sus propuestas, aunque hizo énfasis en que éstas serán con base en un estudio realizado por personal ex profeso sobre las demandas ciudadanas.

Cuestionó sobre todo al candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia” (Morena-PT-PES), Andrés Manuel López Obrador, en lo relativo a tres aspectos: La amnistía y la honestidad.

Con la pregunta “¿alguien te ha matado un hijo?”, clavó un aguijón en el corazón de sus contrincantes al referirse a la muerte del suyo a manos del crimen organizado en su natal Nuevo León. Y así justificó su oposición a la propuesta de amnistía de AMLO; Jaime Rodríguez, por el contrario, plantea la cárcel.

Atacó también a los candidatos de las otras dos alianzas, pero en menor medida. Eso sí, no perdió oportunidad de decir que todo lo malo viene de los partidos políticos.

José Antonio Meade; sin nervios, pero le faltó contundencia
El candidato de la coalición “Todos por México” (PRI-PVEM-Panal), José Antonio Meade Kuribreña, no estuvo mal.

Su falta de experiencia y de praxis en política partidaria era como para haber sido el desastre en el debate. Pero no. Todo el tiempo se vio ecuánime, sin nervios, estructuró bien la mayoría de sus intervenciones, pero le faltó contundencia, sobre todo al cerrar el debate.

Para ser la primera vez, no estuvo mal. Contestó las preguntas hasta donde pudo y cuando lo cuestionaron reconoció errores, en ocasiones implícitamente en sus respuestas con frases como “ha hecho falta”.

¿Qué le cuestionaron? Errores del PRI y de los gobiernos emanados de este partido, principalmente del actual Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. Pero irregularidades cometidas por él, casi nada.

Al final del debate, el panista Ricardo Anaya le sacó una fotografía donde aparece sentado con uno de los ex gobernadores priistas perseguidos hoy por la justicia. Meade se defendió argumentando que si el ex mandatario purga prisión obedece en parte al trabajo realizado por la Secretaría de Hacienda que detectó las actividades ilícitas.

Una de las moderadoras le cuestionó la adhesión de Armando Ríos Piter al estar señalado de situaciones irregulares en las firmas que presentó al INE en busca de la candidatura independiente. “¿Eso es honesto?”, preguntó la comunicadora. Y Meade defendió al ex aspirante presidencial, de quien dijo conocer como una persona honesta. Palabras más, palabras menos.

Durante el debate, Meade se dedicó a esbozar sus propuestas de campaña, a recalcar que por primera vez el PRI postula un candidato externo, arropado también por el PVEM y el Panal; y se auto-elogió calificándose como “honesto”, con “preparación” y con “experiencia” en el servicio público.

Claro, si no elogia él, nadie lo hubiera elogiado durante la confrontación, porque todos iban para ganar, no para perder.

Y también se dedicó a cuestionar la honestidad de Andrés Manuel López Obrador en los siguientes aspectos: La no aparición en su 3de3 de tres departamentos que sí están (o estaban) en el Registro Público de la Propiedad a nombre del morenista; la participación de sus hijos y algunos hermanos en el trabajo de Morena, y su forma de vivir.

Con Anaya, Meade fue digamos blandito. El mayor cuestionamiento fue haber sido acusado de la adquisición de bienes inmuebles de manera irregular. Aunque el panista se defendió con algunos papeles en mano.

Ricardo Anaya Cortés; firme y combativo
El candidato de la coalición “Por México al Frente” (PAN-PRD-MC), Ricardo Anaya Cortés, sacó a flote su don en el arte de hablar en público, en debatir; se vio firme y combativo, sobre todo respecto de Andrés Manuel López Obrador, a quien cuestionó en honestidad y congruencia.

Le insistió sobre la pregunta del nombramiento de un Fiscal General absolutamente autónomo, pues en su programa de Nación AMLO plantea que el Fiscal sea nombrado por el Congreso, pero a propuesta de terna del Presidente de la República (tal y como se venía haciendo en el desgastado modelo recientemente cambiado constitucionalmente).

Cuestionó los índices de inseguridad registrados en la Ciudad de México (antes Distrito Federal) cuando AMLO fue Jefe de Gobierno; la incongruencia de lanzar como candidato al Senado por Morena a uno de los personajes que firmaron el Fobaproa, criticados por el mismo tabasqueño en su libro escrito ex profeso.

También le reprochó combatir el fraude electoral y tener en las filas morenistas al ex priista Manuel Bartlett acusado de pertenecer al círculo de poder que provocó la caída del sistema cuando las elecciones presidenciales donde resultó electo Carlos Salinas de Gortari.

“Tu vida es una farsa”, le dijo Anaya al tabasqueño.

Claro, el panista no le quitó el dedo de encima a López Obrador. En el debate su estrategia fue pegarle al puntero de las encuestas para conseguir bajarlo del ánimo del electoral y subir él al primer lugar.

Andrés Manuel; enojado y sin contestar
El candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia” (Morena-PT-PES), Andrés Manuel López Obrador, seguramente hizo un esfuerzo sobre-humano para no caer en la provocación ante tanto cuestionamiento. Lógico: Todos tenían como objetivo pegarle al puntero.

Y todos le dieron en torno de su propuesta de amnistía. AMLO evadió contestar, pero casi al final contestó. Aseguró que amnistía no es impunidad, y cuando gane las elecciones presidenciales contratará expertos para formular la propuesta correcta; eso sí, se dijo estar convencido de hacer “todo” para conseguir la paz.

Explosivo como es, López Obrador aguantó la lluvia de ataques. Sin embargo, en el rostro se le notó enojo. Aunque en algún momento con cierto dejo de ironía recriminó: “Me están echando montón”; una frase con la cual seguramente llegó al corazón de sus seguidores.

No así de las personas que querían escuchar a AMLO refutando con argumentos sólidos los cuestionamientos sobre el trabajo de sus familiares en Morena, de que ha vivido en los últimos años, del por qué consintió la postulación de líderes sindicales de dudosa honestidad, etc.

Y sí, López Obrador tiene razón cuando dice que sin empleo no puede haber crecimiento económico. Pero también “El Bronco” cuando pone como ejemplo Nuevo León, donde hay crecimiento porque no existen los programas asistencialistas que pululan en el plan del tabasqueño.

En cuanto al Fiscal General, aceptó plantear que éste sea nombrado por el Congreso, pero propuesto por él como Presidente de la República de una terna de personas “honorables. ¿Y no es regresar al procedimiento que tanto trabajo costó echar abajo para transitar a una fiscalía independiente y autónoma?

En fin, algo le faltó a AMLO en el debate como para salir victorioso sin dejar lugar a dudas.
Margarita Zavala; nerviosa
La candidata independiente a la Presidencia de la República desperdició una gran oportunidad para lucir su don en la tribuna. Se vio nerviosa y tensa.

Además invirtió mucho tiempo en cuestionar a Ricardo Anaya. ¿Quiere atraer solo voto panista?

Su Talón de Aquiles: Su esposo Felipe Calderón, ex Presidente de México. Incluso, dos de los moderadores le hicieron preguntas propicias para deslindarse de él. Y así lo hizo casi hasta el final del debate, pero sin contundencia.

Se vio como si hubiera memorizado frases por eso patinaba cuando hablaba. Francamente, esperábamos más de Margarita.

Lo que sí hizo bien fue dirigirse al público para darle a conocer su oferta de campaña. Sin embargo, hacerlo de modo tan memorizado le restó mérito.

El formato del debate

Sí, menos acartonado. Mejoró. Pero dejó mucho a la subjetividad de los moderadores. ¿O no?

Para ser el primero con cambio de formato, no estuvo mal. El Instituto Nacional Electoral (INE) hizo su chamba.