La dictadura perfecta, ¿de mierda?

Imagen: Especial
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Morelia/Redacción

En el portal Cinescopía, tu entrada al mundo de la cinematografía, aparece una irreverente crítica a la reciente película de Luis Estrada: La Dictadura Perfecta, a través del “más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir”.

En el texto del autor, “cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación”, argumenta porqué dicha película no cuenta con los elementos suficientes para ser calificada como excelente o cuando menos buena o regular, de entrada el título de su entrega es casi demoledor: La dictadura perfecta, la época de mierda del cine mexicano.

Demos, pues, un vistazo a la crítica del filme que hasta el momento ha tenido más público que los que se exhiben en el Festival Internacional de Cine Morelia 2015:

No sé en qué momento pasó, pero puedo suponer que la fragilidad de la industria fílmica permitió su esclavitud por parte del gremio televisivo.

No sé en qué momento pasó, que así como ciertos títeres políticos y públicos creados y vendidos por la televisión para su culto nacional, así también un ganador de Cannes y un presidente del que quizá sea el más importante festival de cine en México salen a decir: “Todos tranquilos, el  cine mexicano se encuentra en su mejor etapa, mejor que la época de oro”.

No sé en qué momento pasó, que el cine hecho en México se convirtió en parodias albureras, en retazos de sketches, en estereotipos groseros, en telenovelas mal actuadas, en propagandas políticas, en radiografías y/o adaptaciones de las mismas noticias o bien, de los recursos informativos para la distracción de todo un pueblo.

No sé cuándo pasó, que los mismos medios críticos y/o analíticos del cine mexicano se prestan para maquillar la podredumbre artística que los productos reflejan, vendiendo su opinión como prostitutas por el gasto publicitario y/o concesiones.

No me di cuenta hasta muy tarde del éxodo de los prodigios que deciden huir despavorido del sistema esclavista (Del Toro, Iñárritu, Cuarón, Lubezki, Prieto), o de al menos otros que lo intentan con medianos resultados (Arriaga, Escalante), o finalmente de otros cuestionables pero loables localistas que siguen oponiendo cierta resistencia (Luna, Vargas, Reygadas, Ripstein, el mismo Rowe)

No supe cuando queridos cinéfilos, pero si ubico a algunos culpables de iniciar esta época de mierda del cine mexicano, siendo uno de los principales responsables el director, productor y escritor Luis Estrada, figura esencial para comprender el declive de la cultura cinematográfica del país y el cual, escondido tras una supuesta nube de rebeldía (Fue expulsado de la escuela cinematográfica de la UNAM), se ha encargado en 15 años y a través de un cine burdamente cómico y con pocos valores y recursos en su lenguaje, destruir el respeto de toda una industria al ésta rendirse a sus pies, otorgarle sus galardones más importantes (Arieles) y captar todas las  atenciones políticas, comunicativas, sociales y culturales del país.

 ¿Y todo pare qué? Para observar el mismo argumento, el mismo planteamiento y desarrollo del personaje jodido que, por medio de la poca ética y moral, será consumido por la corrupción de un sistema que lo llevará finalmente a ser una especie de anti héroe tan carismático, cómico y amado como odiado, tan poco ficticio y totalmente íntimo y real que puede ser cualquier protagonista de nuestras telenovelas y/o nuestras noticias.

El cine de Estrada no tiene nada de innovador, polémico y/o estrafalario, siendo solo una amalgama de copias noticiosas medianamente bien montadas y actuadas para su justificación cinematográfica.

¿Lo peor? Que el espectador, ávido por burlarse de su situación y siempre en búsqueda de lo que venden los medios, acepta estos ejercicios como la quintaescencia de su cine, un metraje de formato y fotografía televisiva, con actuaciones y gags cómicos dignos de enmarcar en el canal de las estrellas y una narración que se repite y se repite, siendo ahora La Dictadura Perfecta, la cuarta cinta con la que Estrada intenta verle la cara de idiota a todo un proceso artístico, pero esta vez con más ayuda política que nunca y con menos “polémica” que la de siempre.

¿Por qué? Porque obviamente nuestro amigos se revela, sirviendo al igual que los personajes de su film, como un medio propagandístico para los partidos de izquierda en las próximas elecciones de México ¡Deplorable!.

Como siempre, cero ficción, 100% realidad, más noticias, más bromas, más excesos, más sexo, más chistes idiotas, mas Damián Alcázar corrompido, mas Cochiloco, mas infierno, mas mundos cinematográficos mexicanos maravillosos, más leyes televisivas, más parodias, más ofensas, más ridiculización al actual presidente de México (¿No han pensado que esto se dé o se obvie más debido a la misma percepción brindada por los medios que por la misma y obvia poca inteligencia del mandatario?), más de lo mismo, solo que esta vez con la pequeña diferencia de que Estada se tiene que limitar para mostrarse más benevolente con la izquierda, aprovechando ciertos acontecimientos y/o escándalos actuales para desarrollar una lamentable crítica que se queda corta incluso de los shows televisivos de un llamado Héctor Suarez en sus buenos tiempos (Por fijar un correcto ejemplo y justa comparación).

 Las cosas caen por su propio peso

Ciertamente Estrada causó furor con su Ley de Herodes, película que quizá sería mejor valorada (De lo que ya es, pues es indudable que como producto independiente logra consistencia y cierta calidad) de no ser por las repeticiones narrativas de su cineasta.

Sin embargo, el embaucador ha llegado a tal punto de repetición que en esta ocasión es inevitable develar su propósito propagandístico que a la postre, lastimarán el ejercicio cinematográfico de manera catastrófica.

Como toda película de Estrada, la simpleza en su planteamiento, tanto de sus situaciones, conflictos y personajes, son tanto su virtud como progresivamente con el tiempo y su filmografía su primer error; la presentación es tan simple y burda que será poca veraz para el desarrollo de su conflicto, cayendo La Dictadura en un juego de dimes y diretes donde el cineasta no encontrará su equilibrio: no será incisivo y punzante en su humor negro y sus secuencias de violencia como en otras ocasiones, pero tampoco escudriñará un tratamiento serio sobre los casos que rodean  la odisea del héroe, una víctima del sistema político (Otra vez) que verá en los medios el arma perfecta para posicionarse como el sucesor en el poder ejecutivo de México.

En otras palabras, una simple parodia resanada con recursos que quieren ser frescos pero que recaen en nexos y/o elementos para taponear un ritmo atropellado que nunca se decide si ser frio o caliente, resultando cansino, redundante e idiota en sus excesos. Me refiero completamente a las animaciones con las que cineasta intenta unir sus actos o retazos (sketches al fin y al cabo) y a una fotografía que, a pesar de ser obra del destacado español Javier Aguirresarobe, el formato de noticiero televisivo hacen ver barata, pero al mismo tiempo muy reconocible (Televisa) su apartado visual.

Aunque sigue manteniendo uno que otro buen gag localista adepto al humor mexicano tan cínico y a la misma vez disfrutable (Hay que saber separar que estamos ante otro tipo de humor un poco más inteligente que el ofensivo albur estereotipado de otros excrementos que se hacen llamar directores), resulta grosero que Estrada se haga pasar como juez de situaciones reales que han afectado el país de forma mediática e importante (Caso Paulette, caso “Gober precioso”, caso René Bejarano, caso Florence Cassez, los más notorios y recordados), para convertirlos en una odisea de su protagónico, siendo un caso de secuestro en particular, una vertiente narrativa que hacer perder tanto al cineasta como al espectador todo el sentido e hilo de un film trastornado, sin cohesión y desequilibrado.

Qué vergüenza Alcázar

Nadie duda del talento histriónico de gente como Damián Alcázar y Joaquín Cosío (Ambos fetiches del director), pero al igual que la fotografía de Aguirresarobe, es penoso que este par se siga prestando para este tipo de repeticiones satíricas sobreactuadas que solo manchan (En el caso de Cosío) o siguen enterrando (Alcázar) sus carreras en el cine tanto nacional como internacional.

Cabe destacar la inclusión de ciertos actores de televisión que logran cierta credibilidad dado el bajo nivel de este sistema paródico (Caso de Osvaldo Benavides y hasta Silvia Navarro), pero por favor, alguien debería desterrar de la existencia a gente como Saúl Lisazo y Tony Dalton, piedras con ojos que solo siguen enterrando este detrito de sátira televisiva adaptada a una imperdonable duración de casi dos horas y media en el cine ¡Insufrible! Principalmente pasada la primer hora, que es donde Estrada ya no puede controlar su bodrio entre tanto parches, tangentes  y forzamientos narrativos.

¿Hay que verla?

Si usted es diputado, senador o algún candidato de izquierda, la película le encantará y la querrá adquirir como su principal campaña publicitaria en vísperas de elecciones. El público y espectador mexicano debe darse cuenta ¡Ya!. Que el cine mexicano está secuestrado en estos momentos en un cuarto oscuro, donde se le da solo el agua y el pan necesario para sobrevivir como un zombi, atado de las manos y sin ningún objetivo, motivación o esperanza de una mejor vida al menos en el corto y/o mediano plazo.

Es inhumano lo que le está pasando, pero más grotesco es la audiencia que lo sigue apoyando. Mientras no exijamos buen cine, la época de mierda seguirá prosperando. Como siempre lo he dicho, y no pararé de recordárselos, todo es cuestión de demanda y oferta estimados… demanda y oferta.