Humo de leña, olor a sabores

Jesús Valencia
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Morelia/Por Jesús Valencia Farías

 En la plaza de San Francisco de esta ciudad, hay un espacio donde se exhibe gran parte de la cultura de Cherán; ahí uno puede pasar por decenas de puestos de artesanías, de bordados, pero los más llamativos son los de la comida regional.

Este lugar, la Plaza de San Francisco es popular por naturaleza, es como un barrio, se congrega todo tipo de gente, hay negocios modernos y tiendas antiguas, gente esperando la combi, jóvenes en bancas o alrededor de la fuente, otros sentados afuera de la Casa de las Artesanías, hay palomas por doquier y hasta el olor lejano de tacos al pastor; un poco de todo.

Esta vez en aquel ambiente cotidiano de la plaza se veía diferente, por los cerca de 25 puestos alrededor, todos de Cherán, de artesanías, de textiles y bordados, pero los más numerosos son los de las señoras cocineras que preparan tortillas a mano, en comales sostenidos por fogones con leña; departen y reparten exquisitas corundas, gorditas con queso, quesadillas de coliflor, guisados de tinga, de picadillo, de frijoles, de rajas…

Era inevitable salir de esa escena de deliciosos sabores y aromas sin oler a humo; las señoras de Cherán cocinan con leña, sale humo, hacen la masa en metate, tienen sus propios molinos para moler el nixtamal, traen sus hojas para envolver las corundas. Hay una verdadera tradición, las jóvenes ayudan a sus madres a cocinar y atender a las decenas de personas que esperan probar los alimentos que preparan.

En la mayoría son mujeres las que llegan a probar, charlan, chismean y se llenan de humo, mientras esperan ser atendidas,  las cheranenses traen su mandil, son las típicas guares que la gente llama, su plática es de verdad, y hablan de temas como no hacer complicidad con criminales, son derechas y firmes.

En esa plaza la fuente central sigue como siempre, gente alrededor, unos son parejas que se abrazan, otros viendo su celular, algunos platicando, la gente es las misma, paradas para tomar la combi, un viejo camión de pasajeros, Niños detrás de algunas palomas, boleros recogiendo su carrito. Ya casi era hora de que empezara a oscurecer. Era un tanto melancólico llegar a casa para los que nadie espera.