El cielo llueve, pero suavecito

Especial
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Morelia/ Ramón Méndez

Después de mi lectura matutina y el chapuzón de rigor, salgo a enfrentarme al mundo cotidiano poco después de las once de la mañana. El tianguis del panteón está en su apogeo. No tengo dinero, pero sí un libro para empeñar, caso que concreto por un taco de carnitas y un agua de limón.

Es ya mediodía cuando termino el desayuno y camino rumbo al Tianguis del Auditorio, siguiendo el consejo de mi jefe de Información de que haga una crónica de tal mercado. Todo es lo mismo, y eso se puede hacer cualquier domingo, pero éste es el Domingo de Resurrección de 2014 y, pese a la recomendación hecha de que no me meta más en los asuntos religiosos de los católicos, creo que es mejor rematar el tema tratado esta semana, y el inicio de la Pascua, ese misterio del resurrecto.

Me paseo por los pasillos del Tianguis del Auditorio viendo ropas, juguetes, dulces, oliendo las comidas, y casi a las dos de la tarde, cinco minutos antes, termino en un puesto de libros de un buen amigo. Me recibe con el convite a un trago de vodka.

El cielo se ha nublado y empieza una lloviznita, que parece se va a hacer lluvia. Mi amigo levanta el puesto y se va, yo le ayudo incluso a llevar las cosas al transporte, y luego me voy al Centro Histórico de Morelia a hacer la crónica pedida. Son las dos de la tarde y un cuarto de hora más. El cielo llueve, pero suavecito, aguanta la lluvia mi sombrero.

Paso por el Templo del Prendimiento. Está cerrado, con candado y todo. Llego al Portal Allende, y de ahí broto a la Plaza de Armas, cuyo costado oriente es la Plaza Juárez. Aquí me llaman la atención unas pinturas de motivos michoacanos, guares con cántaros y rebozos, campesinos en la faena. Están pitadas a la acuarela. Son hermosas.

En la Plaza de Armas, debajo de las frondas de los truenos, se guarecen de la llovizna todavía algunas personas. Platicamos un rato con el pintor de las acuarelas, prometiéndonos ambos una entrevista futura.

Voy después al portal Hidalgo; si el viernes y el sábado estaba con las mesas copadas, hoy ya eso no se le nota: por lo menos la mitad están vacías; lo mismo en el Portal Allende, y dándole una vueltecita a la Plaza de Armas hacia el Poniente, en la esquina del Portal Matamoros también la mitad de las mesas están vacías.

Una vuelta a las instalaciones de prensa del Gobierno del Estado me entretiene un poco, y luego voy a comer algo para terminar después el recorrido de esta crónica.

Me toca un consomé con verduras y un mole con una pierna de pollo, que disfruto a satisfacción, y luego regreso rumbo a los portales, donde están vacías más de la mitad de sus mesas.

Me anima la fecha de Domingo de la Resurrección para meterme a la Catedral, y me enfrento con cantos, en alta voz, armoniosos, con los cuales culmina la misa de festejo por el que volvió de la muerte.

Salgo del recinto por su costado oriente, a la Plaza Melchor Ocampo, donde hay gran algarabía por la representación de actos de payasos. Les digo a algunos niños que pasan con sus padres inocentes adivinanzas, y en el camino hacia la Avenida Madero encuentro a un amigo, Jaime Madrigal, nos sentamos un rato a conversar, a leer poemas, y luego él se va, tiene que ir a una farmacia a comprar algunas medicinas, y yo emprendo el camino de regreso a mi casa, están dando las nueve y media de la noche.