Crónica. Los fieles de la mirada vacía…

foto: Julieta Coria
Comparte

Nuevo Jerusalén/ Julieta Coria

La entrada a la Nueva Jerusalén se vislumbraba desolada, alrededor los cerros parecían muy cercanos, a lo alto figuraba una enorme cruz, señal de la religiosidad en el aire, silencio total, donde el camino simulaba un viaje al pasado.

Es día de elecciones, y en las calles, sus habitantes ataviados con paños de colores, faldas largas y colgantes evitan que de entre las telas alguna parte del cuerpo salga a la vista, hombres y niños con cruces sobre sus pechos, ocultaban sus rostros ante la cámara.

Las calles lucen desoladas hay poco movimiento, solo los valientes se salen a emitir su voto, deambulan por las silenciosas casas, no hay niños jugando, no hay música estrepitosa, nada vulnera la hostil mañana en la Nueva Jerusalén.

Foto: Julieta Coria

Cerca de la casilla principal, se ubica ‘La Ermita’ una Iglesia católica tradicional habitado por un grupo religioso asentado en Nueva Jerusalén, una secta creada desde hace 44 años, distinguido por su férrea devoción a la virgen del Rosario encargada de salvar al mundo de la destrucción.

El silencio reina la comunidad, luego de un recorrido por sus calles principales se puede apreciar, sobre la marcha cómo algunas mujeres miran con recelo y muestran su enojo al ser fotografiadas, otros con descontento voltean y disimulan pasar desapercibidos. A lo lejos una mujer reza en silencio mientras un sacerdote huye sobre la vieja calle, cabeza abajo al ver las cámaras.

Foto: Lizbeth Peña

Una enorme muralla rodea la ‘Ermita’ con los colores de la bandera; verde, blanco y rojo, imposible capturar el momento; un hombre vestido de manera casual, sale a la defensa de la comunidad, antes de fotografiar el momento, pide respeto y acudir, en el mejor de los casos,  a la jefatura para hablar con los encargados, al señalar se violan las reglas, si se habla con la gente alrededor.

Con cierto desdén muestra el camino a la jefatura del orden, en donde es liderado por un hombre de buen vestir con un notorio olor a perfume y en sus manos un carísimo y moderno celular muy bien cuidado, sus rasgos indígenas lo delatan “soy Felipe, el segundo al mando de la jefatura” dice con una sonrisa falsa. “Aquí los medios de comunicación no tienen permiso de entrar, deben con pedir permiso, pero sobre todo respetar las reglas de la comunidad y vestir apropiadamente” dice mientras de arriba abajo examina a las desconocidas con ‘gafette’ de prensa.

Foto: Lizbeth Peña

Afuera una enorme fila espera entrar a las casillas y emitir el voto ‘libre y secreto’ en su mayoría ataviados con los paños de colores, verdes, amarillos, azules y rojos, el silencio de nuevo, no hay carros ni gente, una patrulla que vigila el lugar, se detiene, y supervisa que todo esté bien y en menos de un minuto desaparecen ¿vamos a almorzar? dice un uniformado a otro.

La fila avanza lento, tres hombres robustos sin sonreír vigilan el movimiento de los habitantes, que ni platican ni sonríen entre ellos; de pronto el mirar de sus rostros se convirtió en un reflejo gris, no hay empatía, no transmiten más que un profundo vacío en su mirar.

Foto: Lizbeth Peña

Después de esperar en una oficina gris, donde sobresalían un mural del Generalísimo Morelos junto al Padre de la Patria y la lado de la virgen morena y la virgen del Rosario, regresa el hombre perfumado de carísimo celular, a decir con tibia sonrisa que la Prensa puede accesar, solo es cuestión de afinar detalles en cuanto a la vestimenta y el equipo digital, “sin problemas” vamos dice.

Antes toma el teléfono y realiza una llamada, voltea la mirada sospechosa y con aguda voz replica; “Que creen, lo siento mucho pero me acaban de avisar que por el dia de elecciones, no se va a poder ingresar” el silencio apremia, el enojo escapa. Después de una larga espera, el no rotundo es incambiable.”

Foto: Lizbeth Peña

Afuera los hombres robustos no quitan la mirada de las mujeres de la prensa, que ante la negativa de acceso a la “hermosa ermita” realizan un recorrido por sus calles principales para ser testigos de la una hermética comunidad, donde la vida pasa lento, donde no hay niños, ni perros por las calles, no hay sonidos de la radio, música ni televisión, solo un megáfono que invitaba a la gente a votar.

Bajo una hermosa postal michoacana de una comunidad rural, se esconde un misticismo que pocos entienden, privilegiados los hombres y mujeres de fe, guiados por hombres de visión religiosa que buscan la salvación divina, lejos del hombre, ese mismo que destruye y construye su propia naturaleza, aún alejados de la creación divina.

Foto: Lizbeth Peña