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Enrique Castro/Aquila

En la enramada de la familia Reyes, cinco cazuelas se cocinan a la leña,  de forma lenta el menudo y la res, se cocinan. Las mujeres pendientes de la comida y  los hombres se encargan de otros aspectos; el motivo de la ‘comilona’ es el recibimiento de la gente que acudirá a acompañar a la familia. El segundo aniversario luctuoso de Hidilberto Reyes, se estará “celebrando”.

Foto: Enrique Castro

Él tendría ahora 14 años, pero una bala le quitó la vida durante una protesta y bloqueo tras la detención del líder de las autodefensas de la costa Michoacana, Cemeí Verdia, por soldados del Ejército Mexicano. La comunidad bloqueó el paso al convoy y los uniformados comenzaron a disparar.

A dos años, en Ixtapilla la ausencia duele, y duele mucho.  Su madre, Emilia García, luce cansada por los preparativos y presume el pequeño altar que se le hizo a su hijo. Ella y Miguel Reyes, su esposo, pasarán la noche en vela cuidando la comida.

Por la mañana, la gente comienza a llegar, la promesa era todo un día de actividades: Música, danzantes, rezos y comida…

Y, así fue, un pequeño ejército de mujeres preparaba tortillas mientras músicos tocaban y amenizaban con el violín, guitarra y tololoche. Al final de cada canción, el sonido de la preparación de tortillas sonaba de la misma forma que aplausos por la canciones, “se matan dos pájaros de un tiró” dice una mujer, “se aplaude y se hacen tortillas”.

Foto: Enrique Castro

Quince jóvenes danzantes del Faro de Bucerias, comenzaron el baile frente al altar, los músicos acompañan y la gente se sienta alrededor a observar; “a él le gustaba verlos…” platica una tía de Hidilberto.

Esperando a que baje la intensidad del sol, doña Emilia se coloca un velo negro, mira el altar de frente y avisa que llegó la visita al camposanto de la Ticla, dónde descansa su hijo. Para eso, una figura llega y se inca frente al altar, se quita el sombrero y observa con mirada perdida.

Cemeí Verdia,  líder de la autodefensa y ahora comandante de la policía comunitaria  en Aquila, llegó a acompañar el duelo. Después de pararse, voltea los ojos hacia el mar en forma pensativa, toma del hombro a su pequeño hijo y suspira.

Los danzantes estaban listos y en fila junto a todas las personas caminaron hacia la carretera donde todo ocurrió, ahí yace una cruz y flores.

Foto: Enrique Castro

En camionetas todos se dirigieron al panteón, frente a la tumba las lágrimas rodaron en las mejillas de todos los primos, sobrinos, hermanos y demás familiares.

Con tristeza  y nostalgia se abrazaron y regresaron a la enramada a seguir con los rezos, sentados alrededor del altar cantaban y ofrecían oraciones.

El sol comenzaba a caer; en la playa algunas tortugas ‘golfina’ llegan a desovar como es la costumbre. El rojo sol cae en el horizonte y por el lado de la sierra una negra nube se acerca, el viento azota y las palmeras “bailan” de lado a lado. Las tortugas salían y la gente que ahí las veía se empezaba a ir por la amenaza de lluvia. Relámpagos iluminaba el cielo, y el fuerte viento chocaba con las “enojadas” olas.

Para los habitantes, en Ixtapilla nunca había pasado eso, algo inusual. Los rezos terminaron mientras la lluvia y la pequeña tormenta azotaba la playa, el mar se estrella a en las piedras.

 Parecía enojado el clima, haciendo berrinche y soltando su furia; para todos los de la playa y la comunidad, el terrible azote del clima era el símbolo de la unión de este a las plegarias de la comunidad: “El clima también pide Justicia para Hidilberto”.

Foto: Enrique Castro