Crónica. Todos lo escuchaban, como hechizados

Foto: Julieta Coria
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Julieta Coria/Morelia

En un día que podría ser cualquiera, con su familia, su hija, su nieto, y cuidándolo de reojo tres policías horizontales, ahí estaba disfrutando de un buen plato de menudo, en el sitio donde Monarcas Morelia es endiosado, entre las calles Cuautla y Zamora.

Con otro semblante a cuestas, con los ojos ya brillantes, ahí estaba el ex vocero de las autodefensas, el que casi estuvo tres años preso, el que hoy, condicionado de libertad, puede andar aquí y allá, pero sin traspasar el territorio michoacano.

Todo ocurrió, de manera inesperada, así, como suceden las cosas más sencillas, esas que después se pueden contar ya con otra perspectiva, desde otro ángulo, pero hoy no era el caso, hoy todo fue con mucha rapidez. La llamada de mi compañero Héctor Tenorio a las 8:55 de la mañana, fue inesperada, “estoy a dos cuadras de la oficina, y me encontré acá con el Mireles, me va a dar una entrevista, porque no te vienes para acá y tomas unas fotos…”

Foto: Julieta Coria

Cuando llegué, Mireles estaba platicando animadamente con su familia, estaba terminado de almorzar un plato de menudo, con mucha calma, tortillas, un jugo de naranja, y una botella de agua. Lleva una camisa marinera, con rayas blancas y anaranjadas, un celular y un reloj negro en mano y sin su sombrero característico. Sin bigote, y bromeando en cada oportunidad, parece bastante más joven de lo que consigna su historia personal.

No escucho lo que habla, pero ríe, bromea, todos lo escuchaban como hechizados: avienta las manos, aprieta los puños para remarcar una emoción, y observa fijamente a los ojos, a su hija y a su nieto a un lado suyo, con una sonrisa despreocupada.

“Pues pasé por aquí, vi a los policías y me acerqué a ver qué pasaba, no esperaba ver a Mireles, aquí en el menudo” dice Héctor Tenorio, mientras fuma un cigarro a la espera de que el ex autodefensa de luz verde para la entrevista.

Ha terminado. Toma varios tragos de agua, limpia sus dientes con una servilleta. No tengo mucho tiempo voy a hacerme unos estudios, dice, mientras estira la mano sobre su pequeño nieto, que quiere salirse de su silla e ir a los brazos de su Abuelo.

Foto: Julieta Coria

“El menudo esta sabroso, yo venía con mi familia aquí, desde mucho antes, antes del movimiento y de todo, nomás que ahora pues tenía mucho que no comía chile y pues se me antojó…” dice mientras retira el plato casi lleno frente él.

Precipitadamente cuenta que su visita a Morelia, tiene que ver con su salud, “pues ando acá porque estoy en rehabilitación por lo del corazón, la diabetes, la columna, lo psicológico, porque estuve bajo tortura por tres años, y la lesión de columna que traigo”. Apenas un día antes a Mireles lo dejaron plantado, por gentes de gobierno, que pactaron una reunión a través de sus abogados.

Envuelto en la plática y en el placer de disfrutar con su familia, Mireles tardó casi una hora en terminar el menudo. Dice que el gobierno está haciendo que el pueblo se levante. Se interrumpe su degustación general con la pregunta ineludible: ¿Qué sigue?

Foto: Julieta Coria

Antes de responder, clava su mirada en mi compañero: “Voy a seguir luchando, aunque ya no en las mismas trincheras, porque esas me las hicieron pedazos a balazos. Como esas ya no existen, buscaremos otras, a otros niveles, porque el movimiento no se va a terminar hasta que haya paz social en Michoacán”.

El autodefensa, responde de manera cordial, su hija, le hace señales, de que es momento de partir, pero Mireles, continua con la plática, se emociona y emociona con sus palabras, al hablar de la lucha de los pueblos, de la situación que vivió. Continúa y recuerda, cuestionado, por Héctor Tenorio, sobre el nieto del general Múgica, el que consideró el más triste, el hecho de que lo tengan en prisión.

“Lo voy a decir, siempre, estamos festejando el centenario de la constitución mexicana, y cómo honran a la familia del gran Francisco Múgica que fue el que creo el artículo 3° que habla de la educación gratuita y el artículo 123° de los derechos de los trabajadores y además creo el artículo 127° para rescatar la herencia de Emiliano Zapata” dice, ya con un tono fuerte, una mirada de avispa, mirando fijamente los ojos de Héctor Tenorio.

La plática se vuelve amena, habla con pasión, se expresa con una retórica directa y descarnada, pero también muy física, mueve las manos, pero jamás voltea la mirada, siempre fija, como quien ha lanzado la aguja a su presa.

Necesitamos medidas preventivas, no condolencias gubernamentales, la inseguridad no se va a acabar en Michoacán, si los de Seguridad, no hacen bien su trabajo. Para terminar, mandó un llamado a los michoacano; “no puedo decirles que aguanten porque ya no aguantan, si no que se sumen, se unan que no se rajen que se defiendan…”

“Yo soy el principal promotor de esta lucha, y vamos a continuar”

Nos despedimos, en menos de diez minutos, reiterando su compromiso con las causas del pueblo. “Y, vamos a estar con usted, creemos en usted” dice Héctor, como impidiendo que la plática terminara.

Nos vamos alegres. Es entonces que Mireles cambia de semblante, y como quien no quiere la cosa, vigila en la entrada local y camina apresurado hasta su camioneta blanca que ya lo espera, escoltado con un diminuto policía, que le sigue el paso… desaparece.

Foto: Julieta Coria

Y, usted sabe, ¿quién es ese Señor? La pregunta al señor del menudo, “! Claro que sí, es Mireles ¡”

Sí, Mireles, Mireles el sobreviviente. Pienso. A quién no pudieron matarlo los del Cártel de los Caballeros Templarios, no lo mató la avioneta en la que viajaba y se estrelló al aterrizar en Tepalcatepec. Tampoco se murió en prisión. Ni lo mataron los más de dos infartos que ha sufrido, ni las complicaciones de la diabetes, ni la lesión de la columna que padece, tampoco las traiciones, las muertes de los compañeros y amigos y el aislamiento que vivió durante su reclusión; esos son sólo, recordatorios, de que es un sobreviviente.