“La manda es de él, del perro”

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Enrique Castro/Acueducto Online

Alfonso recorre de rodillas la calzada, popularmente conocida como San Diego, pero no lo hace como todos los peregrinos, el lleva a “Rico”, un perro pastor que está a su lado. Lo lleva de la correa y él da vueltas, mientras Alfonso poco a poco avanza de rodillas por el suelo de cantera. Cuando se le cuestiona sobre la razón de llevar a su perro el responde: “La manda es de él, del perro”, voltea la mirada y regresa a ver el suelo que tanto le muele las rodillas, después platica un poco más: “le pasó un camión por encima, por eso hace la manda”. Después platica que fue hace 4 años el accidente de Rico, sin embargo, “hasta este año pudimos venir”. Poco a poco se acercan al Santuario de la virgen de Guadalupe para pagar su manda, sin embargo, el andar es lento, Alfonso cae un par de veces y Rico se sienta con él a un lado. En parte juego, en parte solidaridad por la manda en forma de binomio.
Detrás de ellos camina la familia Ruiz Ruiz en paso veloz. Guadalupe lleva a su hija del mismo nombre en brazos y ella va vestida como “guare”, mientras su esposo lleva chamarra gruesa para el frío. Guadalupe va descalza, lleva los pies negros de la mugre de la calle, “estuvo muy enferma mi niña hace poco, y se curó”, es decir, ese fue “el milagro” por el cual ahora paga esta manda.
Guadalupe camina así, descalza, desde el crucero de la salida a Quiroga en Morelia, prácticamente desde el otro lado de la ciudad, sin embargo, su semblante es bueno y sonriente, la fe hace que no decaiga.
Frente al altar, un joven carga un niño que está vestido de manta y sombrero; las lágrimas le brotan y en general todo su rostro muestra el esfuerzo combinado con la felicidad y el dolor de llegar hasta ahí con su niño cargando; él paga una manda porque se curó su hijo. Sin dar más detalles debido a la desconfianza pide el precio de una fotografía, sin embargo, al final no se llega a un acuerdo y se retira a descansar, su nombre puede ser cualquiera.